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Con un arranque propio de una película porno, y un segmento central independiente a nivel narrativo, la última película del rumano Radu Jude es culpable de cualquier cosa menos de provocar indiferencia. El director, tras dos films anteriores que no habían tenido la repercusión esperada, y sobreviviendo como todos a una pandemia mundial que ponía las cosas aun más difíciles, se tomó esta última película como si realmente fuese a ser la última de su carrera: "Después de mis dos últimas películas pensé que esta iba a ser la última en la que podría contar con un presupuesto razonable. Entonces me dije: ¡De acuerdo! Hagámosla lo más libre y diferente que podamos, hagamos la película que realmente queremos hacer, y si fracasa se acabó todo". Lejos de fracasar, el film se llevó el premio gordo del Festival de Berlín y representó a Rumanía en la carrera por el Oscar, reubicando a su director como uno de los mayores talentos del Viejo Continente.
Las mascarillas que utilizan los personajes, reflejo del momento que nos ha tocado vivir, son solo un detalle más de la contemporaneidad de una obra que Jude compara a los bocetos de Delacroix: "Cuando uno ve aquellos dibujos, le resultan incluso más interesantes y modernos que los cuadros terminados. Por eso quise hacer una película que fuese eso, un boceto, el esbozo de una historia". Era el molde que necesitaba para poner en pie una película conceptual, cuya historia principal está al servicio de un objetivo mayor: "No es la historia en sí lo que es interesante, sino lo que hay detrás, cuáles son las asociaciones, las conexiones con la sociedad en general, con la política, con la moral, con conceptos como derechos, privacidad, etc.", explica Jude.
La actriz de teatro independiente Katia Pascariu, a la que Jude conocía porque estuvo a punto de elegirla como protagonista de su anterior obra, protagoniza una película en la que hay escenas de sexo explícito: "En algún momento tienes que decidír qué mantienes en la película y que no, y mi intuición me dijo que la secuencia de apertura tenía que estar, guste o no", concluye el director.
El provocador Radu Jude, uno de los directores rumanos más sobresalientes del panorama actual, presenta su último largometraje, “Un polvo desafortunado o porno loco”. Mediante la historia de Emi (Katia Pascariu), una profesora recriminada por la filtración de un vídeo porno casero, el realizador ofrece una mordaz e inteligente sátira social que atenta de frente contra la hipocresía de la sociedad moderna.
El hilarante film, cuyo estreno fue censurado en Rusia por “promocionar la pornografía”, aborda de forma original e irreverente algunos de los temas más candentes de la actualidad: el puritanismo, lo políticamente correcto, los nuevos inmigrantes e incluso la locura a la que nos hemos enfrentado colectivamente a raíz de la pandemia. De esta forma, se convierte en un mosaico de sucesos que evidencian la insensatez y la absurdidad de las sociedades contemporáneas de Occidente, guiadas por el odio y los prejuicios. Juzgar es uno de los mayores placeres para el ser humano y este placer es incluso mayor en internet, comenta el director.
Radu Jude dibuja un tríptico cáustico que desafía la narrativa convencional. Los tres actos son “Calle de un solo sentido”, “Diccionario de breves anécdotas, signos y maravillas” y “Praxis e insinuaciones (comedia de situación)”, y a través de ellos el director nos enfrenta a nosotros mismos, como si de ponernos un espejo frente a nosotros se tratara.
Su calidad y valores le significaron el mayor galardón en la última edición del Festival de Berlín, el Oso de Oro, que le reconoció como Mejor Película. En 2015, fue galardonado con el Oso de Plata a Mejor Dirección por “Aferim!”. Trastoca nuestras convenciones sociales y cinematográficas, señaló el jurado del prestigioso certamen. Ataca al espectador, provoca discrepancias, y no permite a nadie mantener una distancia de seguridad.