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SINOPSIS
Una serie de cooperantes intentan sacar un cadáver de un pozo ya que alguien lo ha tirado para que el abastecimiento a las ciudades cercanas no pueda llevarse a cabo por estar corrompida el agua. Este grupo recorre una zona en guerra tratando de que se resuelva la situación belicista...
INTÉRPRETES
BENICIO DEL TORO, TIM ROBBINS, OLGA KURYLENKO, MÉLANIE LAURENT, FEDJA STUKAN, ELDAR RESIDOVIC
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INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
Esta película se ocupa de los que tienen a su cargo la difícil tarea de ordenar el caos, de encontrarle un sentido a lo que hace ya tiempo que lo perdió. Y relata su empeño en librar cada día una guerra dentro de otra guerra: contra la irracionalidad, contra el desánimo. Contra las ganas enormes de volver a casa.
Trabajadores humanitarios.
Como ellos, esta película utiliza el humor como forma de distanciamiento: las mejores ocurrencias, el humor más salvaje y despiadado, el más desesperado, se escucha a menudo en el centro mismo de la tragedia. Porque no hay otro lugar en el mundo donde sea tan necesario.
Y cuenta la rutina de los que trabajan en el lugar en el que nada es rutina. Sus fortalezas y sus debilidades, sus errores, sus aciertos, sus pequeñas miserias. Sin perder de vista nunca que lo heroico no es salvar vidas. Lo heroico es intentarlo.
Transcurre en una zona de montaña, en realidad un pequeño microcosmos en el que todos los agentes de la guerra están presentes: soldados, civiles, cascos azules, periodistas... En él, un pequeño grupo de trabajadores humanitarios trata de sacar un cadáver de un pozo. Alguien lo ha arrojado allí para corromper el agua: una forma primitiva pero eficaz de guerra biológica.
Un problema en apariencia sencillo de resolver. Pero la primera víctima de cualquier conflicto armado es la razón, quizá por eso sus coches van y vienen por las estrechas carreteras de montaña de la zona como por un laberinto, tratando de encontrar una salida que bien pudiera no existir.
Un laberinto abierto y luminoso bajo el inmenso cielo azul de los Balcanes: su amplitud lo hace más claustrofóbico.
Las imágenes a vista de pájaro de los dos todoterreno avanzando, maniobrando, perdiéndose en él como cobayas, me acompañan desde que empecé a escribir este guión.
Mi trabajo me ha dado varias veces la oportunidad de trabajar junto a trabajadores humanitarios en zonas de conflicto. La primera vez fue en febrero de 1995, en la guerra de Bosnia. Recorrimos el conflicto con dos cámaras de Betacam registrando su trabajo allí.
Trajimos varias docenas de cintas grabadas y unas cuantas palabras, pocas, que a nuestro regreso utilizamos con frecuencia para describir la guerra a los que preguntaban ella: Confusión, Irracionalidad, Babel, Laberinto, Impotencia.
Hace unos años rodé un documental en el norte de Uganda junto a cooperantes de Médicos Sin Fronteras.
En lo más parecido a un bar que encontramos a 15 kilómetros de la frontera con Sudán, bebiendo una cerveza Nile Special caliente, escuché por primera vez al responsable de seguridad de nuestra misión hablar de la novela de Paula Farias, Dejarse llover.
Paula es médico y coordinadora de emergencias para MSF, y también escritora. De las dos maneras se ocupa de la gente que lo necesita. De su novela me cautivó la sencillez de su pretexto argumental y su profundidad, que van juntas. Porque habla de la crueldad de la guerra, pero lo hace con sentido del humor y del absurdo. Entre sus páginas, también entre mis propios recuerdos de aquel laberinto montañoso, balcánico e impenetrable que recorrí hace ya veinte años, he encontrado esta película.
Que evita los escenarios bélicos recurrentes y se ocupa de otra guerra, la guerra silenciosa, esa que trasciende los frentes y los acuerdos de paz, y perdura en la amenaza callada de las minas y los niños armados, en las cunetas de los controles militares, en el odio larvado de tus vecinos y en el miedo de las madres, que es tres veces miedo. Trabajadores humanitarios.
En la frontera de Etiopía con Somalia, una logista australiana nos explicaba que su vocación responde normalmente a uno de estos tres tipos: Misioneros, Mercenarios, Marcianos. Los que acaban de llegar y quieren salvar el mundo; los que llevan ya años, profesionales de la ayuda humanitaria; los que llevan tanto tiempo dando tumbos de guerra en guerra que no encajan en ningún otro sitio.
De todos ellos habla esta película. Libran a diario una guerra dentro de otra guerra.
La guerra de la voluntad frente al desánimo, la del sentido común frente a la irracionalidad. La de la esperanza y el bendito humor frente a la tragedia y sus heraldos.
Esta película no tiene más género que el de la vida. Como en un juego de muñecas rusas, es un drama dentro de una comedia, dentro de una road-movie, dentro de una película bélica.
Pero una cosa es segura. Si fuera música sería punk-rock. Rápida, directa, sin delicadeza, en permanente cuenta atrás, esta película no encuentra tiempo para circunloquios, para detenerse y pensar. Juega siempre arriba, en la red, y quiere ser como son ellos: duros, resistentes, intuitivos, rápidos, directos. No hay tiempo aquí para reflexionar, para sentir culpa o lástima.
No hay tiempo para conmiserarse o llorar. Sólo hay tiempo para actuar.
SOBRE LA PRODUCCIÓN...
En relación con la guerra, la película pone el acento en el absurdo, en la irracionalidad del ser humano.La primera víctima de cualquier conflicto armado es la razón. Por eso la irracionalidad quizá sea el enemigo más temible que se muestra en la película. El humor es inherente al drama, no concibo el uno sin el otro. Son complementarios, caras distintas de la misma moneda.
Los trabajadores humanitarios no aparecen con frecuencia en las películas. Su relevancia social no se corresponde con su presencia en la ficción, que es casi nula. Cuando les he acompañado en algunas de sus misiones y he asistido a su rutina, tan intensa, tan poco rutinaria, me decía que había que contarla. No he querido mostrar la épica de su oficio, los momentos heroicos en los que salvan vidas. He querido mostrar su día a día. Porque entiendo que lo heroico, lo verdaderamente épico, es eso: simplemente estar, intentarlo.
Junto a Alex Catalán, director de fotografía de la película, identificamos y evitamos la tentación de recrear un paisaje bélico gris, monocromático, por estereotipado. No hemos querido hacer una película sombría, sino enérgica, llena de fuerza, que es como entendemos que es el trabajo humanitario. Rodamos en primavera, así que la enorme belleza de la naturaleza contrasta con violencia con el dramatismo del contexto bélico.
Los hermosos paisajes abiertos se convierten así en cerrados, opresivos. La película, como la jornada única en la que transcurre, se hace progresivamente más oscura, más claustrofóbica.
Para volver a amanecer después y recuperar, con la luz del nuevo día, la necesaria energía.
Hemos rodado en zonas de alta montaña, en lugares de difícil acceso. Ha sido un rodaje duro, muy exigente físicamente para todos, equipo técnico y actores. Pero ese esfuerzo suma, está en la película: el trabajo humanitario es cualquier cosa menos cómodo. El clima además es muy cambiante en altura, lo que dificultaba nuestro trabajo. Pero hemos contado con un gran equipo, un equipo casi enteramente español, muy comprometido con la película. Su profesionalidad y su talento están hoy en ella.
Esta es una película coral, era habitual tener cada día en escena a varios actores. No haber podido ensayar previamente con ellos representaba una dificultad, pero a la vez un reto para el que contaba con la base más sólida: la enorme calidad individual de cada uno ellos.
En un rodaje, cada actor, en realidad cada miembro del equipo, tiene su propia frecuencia. Mi obligación como director es encontrarla, establecer un espacio de trabajo con cada uno ellos, que no necesariamente es siempre el mismo. Esta película pasa además del humor más salvaje al drama en centímetros, y al revés. Necesitábamos tener mucha precisión, muy buena frenada.
La acción transcurre en un solo día, por lo que el crecimiento, la continuidad emocional de los personajes, había de ser exacta. Creo que en gran parte mi trabajo consiste en eso, simplemente en tener el mapa en la mano y recordar a los actores en cada momento dónde nos encontramos.
El inglés es el idioma que se habla en las guerras. Trabajadores humanitarios, periodistas, cascos azules... Son de todas las nacionalidades y se entienden en inglés, también con la población local. Un inglés con todos los acentos.
Los equipos son a menudo pequeñas torres de Babel, lo que a veces añade más confusión a la confusión. Los cambios de un idioma a otro son por tanto naturales, y enriquecen las escenas.