INFORMACIÓN EXCLUSIVA
El cine de Gaspar Noé, un asiduo de los mejores festivales europeos, es conocido por sus altas dosis de LSD, sexo y luces estroboscópicas. Con “Vortex”, su última película, el director franco-argentino choca a su audiencia con un cambio radical de tono y de estrategia narrativa que apuesta por la sensibilidad y la humanidad. Noé abandona la provocación y la explicitud de “Love”, “Irreversible” y “Clímax” para dar paso a un doloroso drama sobre el ocaso de una pareja de ancianos, ella con demencia y él con una complicada condición del corazón. Ya he hecho films con los que los espectadores han pasado miedo, se han puesto cachondos o se han reído, señala el director. Esta vez quería hacerles llorar tan fuerte como yo lo he hecho, tanto en la vida como en el cine.
De esta forma, nos encontramos ante la película más personal y accesible de Gaspar Noé hasta la fecha, dado que el guion, 10 páginas conceptuales que se desarrollaron en el mismo set, fue inspirado por las propias experiencias del director. Mi madre murió en mis brazos y, cuando eso te pasa, tu percepción de lo que es real cambia un poco, comenta Noé. Además, a principios de 2020 sufrí una grave hemorragia cerebral con un 10% de posibilidades de sobrevivir. Pero aquí estoy.
“Vortex” son dos horas y media de reflexión sobre la vejez y la demencia en las que el director se acerca con minucioso realismo a la soledad y al vacío de la vida. Con un formato casi documental a pantalla partida, las dos cámaras siguen a dos mitos del cine europeo: Dario Argento, el maestro del giallo italiano responsable de “Suspiria”, y Françoise Lebrun, la excepcional Veronika de “La mamá y la puta”.