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SINOPSIS
Narra la relación entre Violette Leduc y Simone de Beauvoir. Una relación que se inicia en los años de la posguerra y que durará mientras vivan. Las dos mujeres se hayan en la búsqueda de la libertad mediante los escritos de Violette y de la convicción de tener entre las manos el destino de una escritora fuera de lo común para Simone...
INTÉRPRETES
EMMANUELLE DEVOS, SANDRINE KIBERLAIN, CATHERINE HIEGEL, OLIVIER GOURMET, OLIVIER PY, JACQUES BONNAFFE
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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Cómo descubrió a Violette Leduc?...
- Gracias a René de Ceccaty, al que conocí en 2007. Yo estaba escribiendo el guión de Séraphine, y René me dijo: “Preparas una película sobre Séraphine, pero ¿sabes algo de Violette Leduc?” No había leído nada suyo, solo sabía quién era, nada más. Me dio un texto inédito que Violette había escrito acerca de Séraphine y que la revista “Les Temps Modernes” no quiso publicar en la época. La belleza y la lucidez del texto me dejaron estupefacto. René también me regaló la biografía que había escrito de Violette. Después de leerla, devoré La bastarda, Trésors à prendre y otros libros suyos. Llamé a René y le dije: “Debemos hacer una película acerca de Violette”. Tengo la impresión de que Séraphine y Violette son hermanas. La proximidad de sus historias las hacen inquietantes.
En la película nos enseña a una Violette al desnudo, con su verdad más íntima, alejada de los turbios lugares comunes que suelen acompañar la reputación de la novelista...
- Cuanto más aprendía de ella, más me conmovía su fragilidad y dolor, mientras que el personaje público, el que se hizo famoso sobre todo en los años sesenta, extravagante y escandaloso, me interesaba mucho menos. Solo era una fachada. Quería acercarme a la auténtica Violette. La mujer que busca el amor y se sumerge en una gran soledad para escribir. La vida no la trató con ternura. Se decía que era cargante, pero eso no me bastaba. Me parecía insegura, solitaria, en constante lucha contra sí misma, siempre buscando. Creo que la inseguridad y la soledad son los dos motores que la impulsaron. No se suele hablar del riesgo que toma el artista, sea pintor, escritor o realizador. Solo se considera el éxito, si se alcanza. Hace falta ser inconsciente, pero también tener valor y perseverancia para emprender ese camino y seguir adelante. Con el tiempo, uno acaba dándose cuenta de que la soledad es muy fecunda, una aliada absolutamente necesaria, como el silencio. Nos dirigen hacia el ser interior que no deja de crecer y desarrollarse, pero a veces hace falta toda una vida para entenderlo.
¿Cómo se le ocurrió dividir la película en capítulos, como si se tratara de un libro?...
- La idea llegó poco a poco. Comprendí que la sucesión de encuentros que salpicaba el recorrido de Violette correspondía a algunos de sus libros o a acontecimientos de gran importancia en su evolución. Todo se hizo aún más claro en la sala de montaje. Solo quedaban los seres que le habían importado, y el penúltimo capítulo se centra en el pueblo de Faucon, en Provenza, donde vivió y falleció.
Filma a una Simone de Beauvoir desconocida, frágil y sola...
- Sí, a la menos conocida, a la Simone de Beauvoir solitaria después de que Sartre se fuera por otros derroteros. No floreció hasta mucho más tarde, cuando conoció a Nelson Algren. La Simone frágil de la película también está inspirada en el que me parece su mejor libro, Una muerte muy dulce. Es un libro implacable, tierno y lúcido, en el que se siente toda la emotividad, todo el humanismo del que era capaz. Quería dar vida a esta Simone íntima, a la que conocemos poco, la mujer que de pronto se abre a Violette y llora delante de la que no ha dejado de llorar desde que la conoce.
¿Cómo escogió a las actrices que interpretan los dos papeles principales?...
- Hablé con Emmanuelle Devos antes de escribir el guion, como hice con Yolanda Moreau para Séraphine. Sabía que debía ser ella, no podía ser otra, y quería estar seguro de que aceptaría el papel. Tendría que transformarse físicamente, aceptar teñirse de rubio, afearse con una nariz falsa. Fue más complicado para Simone de Beauvoir. Interpretar a un personaje que todos conocen no es tarea sencilla. Emmanuelle me animó a hablar con Sandrine Kiberlain. No la veía en el papel, pero en cuanto nos conocimos, me sorprendió su gracia, su inteligencia y su determinación. Estaba segura de conseguirlo.
¿Qué otras personas que se cruzaron con Violette ha incorporado a la película?...
- Está Jean Genet, interpretado por Jacques Bonnaffé. Genet siente un gran afecto por Violette, una bastarda como él; son como hermanos, personas marginadas, poetas de su época, malhechores. Le dedicó Las criadas. Aparece Jacques Guérin (al que da vida Olivier Gourmet), coleccionista de manuscritos, diseñador de perfumes (los perfumes d’Orsay), homosexual, rico y también bastardo. Violette se enamora de él y le persigue asiduamente en vano. En mi opinión, Jacques es el fantasma del padre al que no conoció. Era un esteta que salvó los manuscritos de Proust. También compró los de Violette y los de Genet.
La forma de escribir de Violette sorprende por su estilo carnal, su idioma sexual, algo revolucionario para una mujer en los años cincuenta. Entonces se decía que escribía como un hombre...
- Así es, escribir era algo orgánico para ella. No es habitual. La criticaron mucho porque se atrevió a decir lo que nadie se atrevía a articular en la época. Y con sus propias palabras. Fue la primera en contar que había abortado, por lo que Ravages fue censurado. Lo peor es que jamás ha vuelto a publicarse en su integridad, me parece aberrante. Después de este episodio de censura, Violette ingresó en un psiquiátrico, estuvo al borde de la locura.
Las escenas sexuales entre Violette y los hombres se plasman en la pantalla con persecuciones, gestos crispados, una violencia contenida...
- No estaba en el guion, surgió durante el rodaje, trabajando en el plató. En una escena en la que Violette vende alimentos de estraperlo, un hombre quiere protegerla y la acerca a él sin mala intención, pero le dije a Emmanuelle: “Recházale, no soportas que un hombre te toque”. Volvió a pasar lo mismo con René, la atrae hacia él tal como indica el guióo, pero aquí también dije: “Resiste, defiéndete, no lo soportas”. La imagen habla por sí sola y se basta a sí misma. Vemos su amor y su rechazo.
Las novelas de Violette son una transposición novelesca de diversos encuentros. ¿Cómo se enseña en la gran pantalla una vida que ya se ha contado en varias versiones diferentes?...
- He modificado varias cosas. La película es una evocación, una interpretación, no es una biografía filmada. Siempre hay mucho de mí en mi cine y he escogido caminos parecidos a los míos. También escribo y fui pintor. El cine es el arte que congrega a todas las artes, por eso me siento cómodo. Violette era poeta. Fue la primera mujer en hacer autoficción, ¡y con qué lenguaje! Abrió el camino a muchas mujeres, no debemos olvidarlo. La película le rinde homenaje.
¿Qué elementos biográficos ha modificado?...
- Entre otros, este: Una noche, Violette se atreve a besar la mano de Simone en un taxi. Lo he cambiado. Es importante tomarse libertades con la historia porque ante todo se trata de una película, no de una biografía.
¿Cómo fue el trabajo con los miembros del equipo técnico?...
- La fuerza de la película se debe también a Yves Cape, el director de fotografía, al que ahora considero como a un hermano. Trabajamos mucho antes del rodaje, documentándonos acerca de la época, viendo películas. Estuvimos mucho juntos. La película acabó por convertirse en el sueño de ambos. Es misterioso, pero también fundamental. Siento que una película se hace con todos los miembros del equipo. Ya habíamos trabajado con Thierry François, el director artístico, y con Madeline Fontaine, la diseñadora de vestuario, en Séraphine. Thierry tiene una visión muy particular, siente, ve, y nunca se equivoca. Trabajamos la paleta de colores juntos porque cualquier objeto, cualquier detalle que aparece en la pantalla tiene su importancia. Lo mismo ocurre con Madeline Fontaine. Nuestras dos visiones se complementan. Formamos un todo con Brigitte Moidon, la directora de casting, Ludo Troch en el montaje, Pascal Jasmes, Ingrid Ralet y Emmanuel Croset en el sonido, pero no solo están ellos. Cada miembro del equipo cuenta, es un elemento fundamental del conjunto. Pasamos mucho frío, siempre perseguíamos la luz porque anochecía enseguida, los días son muy cortos en diciembre y en enero, pero nos animaba la alegría de hacer la película, de plasmar una época. Todos deseábamos que Violette existiera para lo mejor.
¿Cómo escogió la música?...
- Violette necesitaba una partitura tan fuerte y potente como la de Michael Galasso para Séraphine. Pero Michael ya no está con nosotros. Me sentía perdido. Empecé a buscar y encontré a Arvo Pärt. Tenía la composición “Fratres” en la cabeza, y cuando hicimos la prueba con la imagen, no cupo la menor duda.