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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es una de las últimas películas producidas por el estudio Ghibli, que se ha tomado un cierre indefinido, que fue creado por nombres tan emblemáticos del anime japonés como Hayao Miyazaki e Isao Takahata que fueron sus fundadores.
Un anciano se gana la vida como cortador de bambú. Un día se encuentra al cortar uno de ellos a una niña dentro del tronco. La pequeña es del tamaño de un dedo. Su nombre es Kaguya que significa luz brillante y es la princesa del Reino de la Luna. Cuando Kaguya crece y se convierte en una mujer empieza a ser deseada por muchos hombres por su belleza, ya que cinco de ellos de alta alcurnia, piden su mano.
Ella les negará su amor alegando que su hogar está en la Luna, donde nació, y reacia a contraer matrimonio, les pide que encuentren los regalos de matrimonio que prometieron, tareas imposibles de lograr dada la dificultad de hallar tales objetos y al no encontrarlos abandonan.
Ella prefiere seguir sus sentimientos a la seguridad del poder y el dinero.
En ese punto el guion introduce esa faceta de los pretendientes y los trucos fraudulentos que emplean para obtener su mano que son un cuento en sí mismo, que alargan y enriquecen la historia.
Entonces el Emperador del Japón prendado de su hermosura, le propone desposarse. Pero ella ama las montañas, prefiere la naturaleza, la sinfonía de las cigarras, el colorido de las flores del cerezo, la libertad de los campos a las rígidas costumbres y normas de la corte.
Cuando llega el momento de volver a su lugar de origen no se quiere marchar ya que en la Tierra ha encontrado alegría, amor y también buenos sentimientos, ha disfrutado de la amistad, la familia y la libertad.
El guion está basado en el cuento popular japonés anónimo del siglo IX, 'Take-tori monogatari' (El cuento del cortador de bambú), aunque algunos lo atribuyen a la escritora Shikibu Murasaki, que es la historia nipona más antigua de la que se tiene memoria, del que existía una versión anterior titulada 'La princesa de la luna' (1987), de Kon Ichikawa, con personajes reales que no tiene comparación con ésta.
Está dirigida por el maestro Isao Takahata, uno de los mejores directores de la productora Ghibli, que es su octavo largometraje realizado con los materiales del dibujo tradicional, típicamente japoneses, de trazos leves, sin ayuda de los ordenadores, ni técnicas modernas, con una gama de bellos colores pálidos, tonos pastel, que con apenas unos diseños imperfectos que parece que han sido pintados a lápiz, que dan la idea más que la forma, logra una gran expresión en los rostros que expresan la tristeza o la alegría según los casos con gran eficacia.
Está acompañada de la inspirada partitura musical de Joe Hisaishi.
Un film con dibujos muy delicados, de una sensibilidad extrema, que constituyen una joya para los aficionados al cine de animación nipón, aunque la realización alarga a veces innecesariamente algunas escenas.
Su paso por el Festival de cine de Cannes y otros certámenes no sirvieron de una publicidad eficaz como para que no fracasara en su país donde no recaudó ni la mitad de su elevado presupuesto.
Fue nominada como mejor cinta de animación al Oscar 2015. Mejor película de animación en los premios Asia Pacific y en el Festival Mill Valley. Mejor director y Dirección artística en los Premios Tokyo de animación. Además otros premios de asociaciones de críticos.
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