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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una familia lleva una vida idílica en la India hasta que un trágico accidente se lleva la vida de Oliver, su hijo pequeño. María, la inconsolable madre, descubre un antiguo ritual que le comunica Piki, la criada hindú, que puede traer a su hijo de vuelta para decirle un último adiós.
Para ello viaja a un antiguo templo en ruinas, donde debe esparcir las cenizas del niño, en el que hay una puerta misteriosa, que sirve de puente entre los dos mundos.
Sin embargo desobedece una norma sagrada por la que nunca se debe abrir la puerta, ya que se altera el equilibrio entre la vida y la muerte, lo que trae peligrosas consecuencias.
La puerta que separa este mundo y el de los muertos María la abre al tratar de despedirse de su hijo fallecido, cuyo espíritu se convertirá en una amenaza contra la que deberá luchar si desea salvarse a sí misma y al resto de su familia, compuesta por su marido Michael y Lucy, su hija pequeña.
A pesar de las consecuencias muestra el amor obsesivo de esa madre y la lucha por seguir adelante, no obstante el dolor que le ha provocado la pérdida.
El poco inteligente guion de esta vulgar historia de fantasmas lo único que tiene de diferente es el estar ambientada en la India.
Escrito por Johannes Roberts, que sitúa la acción en ese país exótico y utiliza la mitología y el simbolismo hindú, parte de una endeble y corta premisa como es poder hablar con los muertos a través de una puerta que comunica con el más allá, pero sin que se deba abrir o atenerse a las consecuencias.
Lo demás es recurrir al catálogo del género y crear algunas situaciones pretendidamente de terror, como un piano que toca solo, una silla que se mueve, unos libros que se caen, una pesadilla, unas plantas que se secan o unos peces muertos que no producen el más mínimo miedo, con sustos de saldo que no recrean una atmósfera terrorífica sino que hacen el más espantoso de los ridículos.
Por otra parte la realización del artesanal director Johannes Roberts de esta película de serie B es muy pobre, llena de convencionalismos, pero sobre todo es que parte de la historia transcurre de noche o en interiores con una fotografía que está poco iluminada con lo que el espectador apenas si percibe nada de lo que sucede en la pantalla, con momentos de puro relleno totalmente predecibles y poco originales.
La actriz americana Sarah Wayne Callies carga con el mayor peso de la interpretación de este film tratando de sacar adelante los muchos tópicos.
La verdad es que no engaña a nadie en lo que se refiere a sus pretensiones, lo que no quiere decir que no haya que exigirle más calidad y menos errores, que los tiene, pero los aficionados a esta clase de cintas saben más o menos lo que van a ver y a veces se lo toman por el lado divertido en lugar de asustarse.
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