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CRITICA
Por: PACO CASADO
John Ford deja para la historia del cine una de las obras más completas y unitarias que puedan pensarse.
Desde sus inicios como pionero, antes de los años veinte y hasta este 1955, no ha cesado un momento de entregar cada minuto de su vida a lo que es su profesión y vocación y eso es lo que se advierte en sus películas.
La pantalla se hace transparente para dejarnos aparecer la tierna, humilde y colosal figura de un viejo irlandés que comprende segundo a segundo, milímetro a milímetro, los problemas de este mundo y pregona, sin predicar, las únicas soluciones posibles: la comprensión, la ayuda y la alegría.
Él nos demuestra la manera de convertir la gigantesca y colosal máquina cinematográfica en una sencilla varita mágica en manos de un hada buena y maravillosa.
El mundo se nos enseña tal como debería ser y nada hay en sus juegos que no sea palpitación de quienes lo contemplan.
El hombre tranquilo (1952) es una obra que realiza dedicada especialmente a su querida Irlanda, la tierra de sus padres, con un poco de nostalgia y con un mucho de admiración hacia ella.
Sean Thorton es un boxeador norteamericano de origen irlandés que se recupera del trauma de haber matado a un contrincante durante el transcurso de un combate en el cuadrilátero.
Profundamente afectado, abandona su profesión y para enterrar su pasado y empezar una nueva vida, regresa a su pueblo natal, Innisfree, en busca de paz y tranquilidad para su conturbado espíritu, ya que de alguna forma el sueño americano se convirtió para él en una pesadilla, ignorando que lo que en realidad le aguarda es justamente lo contrario de lo que esperaba encontrar.
Allí compra la casa donde nació, pero esta transacción despierta la ira de Will Danaher, que deseaba adquirir esa misma propiedad, y que, casualmente, es hermano de Mary Kate Danaher, la mujer de quien Sean se ha enamorado perdidamente, una chica temperamental lo contrario que él.
Una historia de la madurez del amor, de la familia y del sacrificio y del diálogo entre católicos y anglicanos.
El realizador John Ford volvió a la Irlanda de su niñez para dirigir este drama romántico, tal vez el único film de su filmografía que puede describirse, básicamente, como una historia de amor.
Ford había adquirido los derechos de la historia original, escrita por Maurice Walsh en 1936, pero no fue hasta 1952 cuando la productora Republic accedió al rodaje, aunque la espera valió la pena debido a los resultados obtenidos, ya que se convirtió en un éxito tanto de público como de crítica.
'El hombre tranquilo' (1952) es una obra que Ford realizó dedicada especialmente a su querida Irlanda, con un poco de nostalgia y con un mucho de admiración.
La frescura de su cine, el aire juvenil de su obra, no procede de un pueril chocheo de viejo, sino de una sólida mentalidad, de una visión del mundo llena de esperanza y de optimismo, de una inconmensurable fe en el hombre, y en algo por encima de él que los hizo a todos iguales, libres, y les dio la capacidad de ser felices a través del amor.
Con el guionista Frank S. Nugent, Ford se entiende de maravilla, son ya muchas las cintas que llevan hechas juntos.
Con el resto de los que intervienen se aprecia que más que colaboración ha habido comunión y no digamos con sus queridos actores irlandeses y su insustituible John Wayne.
Este tema tan profundo, humano, lleno de buenos sentimientos, es el argumento para esta divertida comedia, de delicioso humorismo, ambiente bucólico, poesía y ternura, con bellos escenarios naturales, espléndida fotografía, música e interpretación. En definitiva una obra maestra.
Oscar a la dirección y la fotografía. Premios Internacional, OCIC y Pasinetti en Venecia 1952. Premio de los escritores americanos a Frank S. Nugent. Premio NBR a la mejor película. Premio del Gremio de directores americanos a John Ford.
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