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CRITICA
Por: PACO CASADO
Siempre hemos mantenido que Pedro Almodóvar es un cineasta amateur, autodidacta, inteligente, que ha sabido aprender con cada nueva película, que poco a poco va limando sus defectos.
Ha pasado del film desmadrado que hacía al principio, a la seriedad de las últimas cintas realizadas, pese a que a algunos les contraríe que haya perdido su peculiar humor personal que, tanto se despega cuando aparece en sus películas serias.
En Carne trémula, la número 12 de su filmografía, la anterior coralidad de personajes se limita a cinco, que superan esta vez los masculinos a los femeninos (tanto se ha hablado de las chicas Almodóvar) en una especie de círculo vicioso en el que están condenados a entenderse entre sí.
Víctor es un pobre desgraciado, un perdedor nato, ex-convicto inocente que se inicia a la vida y al sexo con su salida de la cárcel que trata de llevar a cabo una venganza hacia aquellos que le llevaron allí; David, un policía fuerte que queda parapléjico, encuentra consuelo en el baloncesto en silla de ruedas y en el amor de la mujer que provocó su desgracia; Sancho, su compañero, autodestructivo y violento, que empapa en alcohol su desgracia, sospecha que su esposa le engaña; Clara, la esposa, que acude a la infidelidad como una manera de buscar la felicidad que no encuentra en su matrimonio o el hijo que le falta; y Elena una ex-drogadicta que ocasiona todo el problema y que, con su complejo de culpabilidad, trata de enmendar lo que con su conducta ha provocado.
El film es un melodrama barroco disfrazado de thriller, con algo de tragedia clásica, en el que como aquella, se dan cita el destino, la muerte, el sexo, el azar y el sentimiento de culpa. Más que basarse en la novela de Ruth Rendell, Almodóvar se inspira en ella para traer esos protagonistas a su propio mundo, cada vez más lleno de personajes desgarrados, que denota que va madurando personalmente y a la hora de hacer cine, desprendiéndose del humor grotesco de sus primeras cintas y mostrándose más dominador de la técnica.
Le siguen fallando algo los guiones, y pesar de que esta vez ha recurrido a la ayuda de dos guionistas más, no puede evitar cierta confusión.
No obstante ha conseguido una atmósfera muy adecuada a la tensión que exige este drama, sin olvidar cierta crítica a la sociedad que rodea a los personajes de marginación, prostitución, drogas, política y otras miserias urbanas.
Describe con aguda precisión cada uno de los personajes y saca buen partido de las cualidades de los actores que los incorporan: la fortaleza de Javier Bardem, la madurez de Pepe Sancho, la veteranía de Ángela Molina o la juventud de Francesa Neri, despegándose del acoplado conjunto la bisoñez de Liberto Rabal. Mención especial para los tres secundarios del comienzo.
Un drama más barroco que una tragedia habitual, con un final abierto al optimismo y la esperanza, con el que poco a poco Pedro Almodóvar va consiguiendo el equilibrio.
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