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CRITICA
Por: PACO CASADO
Según algunos críticos con 'Silencio' (2016), su largometraje número veinticuatro, Martin Sorsese hace el cierre de su trilogía religiosa que tanto le ha obsesionado durante años, que se completa con 'La última tentación de Cristo' (1988) y 'Kundun' (1997), en la que reconstruye el camino de dos sacerdotes jesuitas en el siglo XVII, desde Portugal hasta Japón, desde el martirio a la traición, en una reflexión sobre la fe, el silencio de Dios y el perdón.
Para ello se basa en la oscura y difícil novela del escritor japonés convertido al cristianismo Shusaku Endo, publicada en 1966, de la que ya hizo una versión Masahiro Shinoda, que presentó en el Festival de cine de Cannes en 1971, y otra posterior del director portugués Joao Mario Grilo en 1994.
En 1639 los padres Sebastiao Rodrigues y Francisco Garupe, reciben la triste y confusa noticia de la apostasía de su mentor, el padre Christavao Ferreira, quien fuera su guía espiritual, que vive ahora en Japón, ajeno a su antigua Iglesia, que se pasó al budaismo y se ha casado con una mujer japonesa.
De paso predican el evangelio en las pequeñas aldeas niponas donde estaba prohibido, chocando contra la inquisición gubernamental a cargo del gobernador de Nagasaki dispuesto a erradicar el cristianismo con un grado de brutalidad insólito, lo que les lleva a poner a prueba la firmeza interior de ambos al tener que decidir entre la fe y la agonía lenta hasta la muerte.
Los dos misioneros, entre tanto lo encuentran, se dedican a predicar y evangelizar cuando en esos momentos los cristianos eran ferozmente perseguidos y torturados para que adjurasen de su religión, teniéndose que esconder como les ocurría a los primitivos cristianos en la catacumbas.
Este drama histórico es sobre un cristiano que ya no tiene dudas porque reconoce el atroz silencio de Dios al que ha cuestionado desde niño, en una historia que encara al hombre con Dios de la nacionalidad que sea, creyente, agnóstico, ateo, en el que recurre a un personaje real y a un episodio histórico.
Cuenta la aventura real del jesuita Christavao Ferreira recogido en la novela de Shusaku Endo que le regaló a Martin Scorsese el obispo de Nueva York, Paul Moore, hace bastantes años y que por fin ha logrado adaptar al cine y verla hecha imágenes.
La película se hace un poco larga y algo reiterativa en algunos momentos, que tiene un trasfondo espiritual con demasiadas secuencias en las que los japoneses intentan que tanto los sacerdotes como los creyentes de a pie desistan y renieguen de Dios y apostaten de su religión, ya que creen que socavaría las raíces de su nación.
Una historia épica en la que Scorsese, seminarista en su día que cambió su vocación religiosa por la cinematográfica, recupera su lado más espiritual, a través de la lucha interior del padre Rodrigues, con una forma de narrar especial para mostrar el contraste entre la violenta persecución, tortura y asesinato de los sacerdotes y la busca interna de la fe, al tiempo que toca la cuestión del miedo, el sacrificio y la apostasía para eludir la tortura y la negación de la misión a realizar.
Una dolorosa reflexión sobre la fe y el silencio de Dios de unos hombres entre los que en algún momento surge la tentación de la duda y que como seres humanos tienen momentos de debilidad y a veces claudican ante el dolor que les supone el sacrificio o el miedo a una posible muerte en aras de su fe y de su Dios que muchas veces no le da respuesta a sus penas.
Es interesante el contraste que se hace entre el apóstata y los dos jesuitas ahítos de martirio en un principio a los que también les entra la duda en algunos momentos cuando ven peligrar sus vidas o las de los demás cristianos que dependen de su actitud. Scorsese no duda en mostrar la violencia que se lleva a cabo tanto en los dos jesuitas como en los cristianos japoneses tan aferrados a su fe y sus creencias.
Estupenda la interpretación Liam Neeson y el histriónico inquisidor japonés cuyos diálogos tienen un cierto interés, y menos acertada la elección de Andrew Garfield y Adam Drive en el papel de los dos jesuitas.
La notable fotografía de Rodrigo Prieto resalta los espectaculares paisajes de Taiwan en donde fue rodada.
Alabad por ciertos sectores de la crítica y ninguneado en los Globos de oro, no creemos que esté entre los mejores films del director italoamericano.
Premio AFI a la mejor cinta del año. Premio NBR al mejor guion adaptado.
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