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CRITICA
Por: PACO CASADO
De entre todas las películas sudamericanas que el pasado año se proyectaron en España, sobresalió una mexicana, 'Como agua para chocolate' (1992), de Alfonso Arau.
Este año destaca ya una cubana, 'Fresa y chocolate' (1993) a juzgar por el éxito de crítica y público que está teniendo en todos los países que se está exhibiendo.
Con un título tan simple y tan ingenuo se hace en el contenido de sus imágenes una inteligente crítica sobre la incomprensión, la libertad y la homosexualidad, y lo más curioso es que eso se pregona desde un país que no es precisamente libre.
La universalidad del asunto que trata, que de alguna forma nos llega a todos, es lo que le da su mayor fuerza.
Es el relato de dos hombres que son completamente opuestos: Diego es gay, David es hetero; uno es comunista, el otro individualista; uno es desconfiado, el otro confiado; pero a pesar de todas esas diferencias, llegan a congeniar.
La historia parte del encuentro en la heladería Coppelia, la más famosa de Cuba, de un miembro de las Juventudes Comunistas y un joven artista homosexual.
Cada uno se identifica por el color de su helado.
Estos dos personajes son uno la antítesis del otros y nos contarán cómo cada uno tiene una visión distinta de la revolución cubana.
Ambos comienzan a conversar con desconfianza, sobre todo del primero, por lo que la relación se inicia con cierto enfrentamiento, con prejuicios que poco a poco se irán desvaneciendo cuando la amistad entre ellos se va sedimentando. Los dos tienen algo en común, que quieren a su patria, pero por caminos bien distintos.
El primero es estudiante de Ciencias Políticas y está cerrado en banda, no conoce más que los colores de la bandera y el sonido de las consignas, que cumple siempre a ciegas.
El segundo es culto, refinado, sibarita, intelectual, sabe de arte y de literatura, de música y de pintura, es abierto, ama la libertad y desea el respeto para su postura en la vida.
Admite leer a autores prohibidos y hasta tomar la bebida del enemigo, de contrabando, lógicamente.
Es más maduro y tratará de educar, a su manera, a su amigo.
En medio está la figura de una prostituta, una chica joven que vive del contrabando y con tendencias suicidas, que forma el tercer lado de un triángulo que no es el clásico así entendido.
El film transcurre con una suavidad elegante a pesar de la posible aridez del tema.
Todo es limpio, sincero, alegre o triste según las circunstancias.
Porque si bien en algunos momentos surge la comicidad, derivada de la propia situación, en otros instantes invita a la más profunda reflexión.
No deja de ser curioso que la cinta esté dirigida por el más veterano y prestigiado director cubano, Tomás Gutiérrez Alea,
junto a uno de los jóvenes y más prometedores realizadores jóvenes de la isla, Juan Carlos Tabío.
Ambos parecen conjugar cada una de las tendencias que en la película coexisten y que llegan a feliz término.
La película, que está hecha con cuatro cuartos, viene a demostrar, una vez más, que no hacen falta grandes capitales para plasmar en cine unas ideas, es preciso tenerlas antes y mostrarlas con inteligencia y buen hacer fílmico después.
Los intérpretes están sensacionales, sobre todos, la magnífica creación que lleva a cabo Jorge Perugorría, actor procedente del teatro, que al parecer hace su debut en el cine, que compone extraordinariamente el personaje del homosexual.
Le sigue bien Vladimir Cruz y pone su acento en los momentos oportunos Mirta Ibarra, actriz fetiche del cine de Alea.
El film está cargado de premios a poco de comenzar su andadura por los certámenes, siendo los más importantes el Oso de Plata del Festival de cine de Berlín, compartido con En el nombre del padre (1993), y el Premio Especial del Jurado, así como el Premio de la OCIC (Oficina Católica Internacional del Cine). En el Festival de Cine Latinoamericano de Cuba logró el Primer Premio Coral y los premios a la mejor dirección, actor, actriz secundaria, el premio de la crítica y el del público. Y en el Festival de la Habana el Premio al mejor guion. Goya a la mejor película extranjera de habla hispana 1995.
Cerremos esta crítica con la ferviente recomendación de que vean esta divertida e interesante película y que sirva de apoyo a unos artistas de una cinematografía tan precaria como es en estos momentos la cubana, que ha sabido hacer arte con inteligencia y a pesar de los pocos medios.
Un título memorable por el análisis sociológico que hace de la Cuba actual.
Nominado al Oscar al mejor film en habla no inglesa. Cóndor de plata de los críticos argentinos. 4 premios ACE. Goya a la mejor película extranjera de habla hispana. Mención honorífica en Sundance. Oso de plata y premio Teddy en Berlín. 6 premio en el F. de Gramado. Premio NBR. Hugo de plata en Chicago. 8 premios en el Festival de La Habana.
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