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CRITICA
Por: PACO CASADO
La vida nos da algunas sorpresas que no esperamos. Eduardo Mignogna escribió esta novela y cuando estaba en la preproducción para hacer la película, un cáncer le ocasionó la muerte y Ricardo Darín, que estaba en el proyecto desde el inicio y sería el protagonista, tuvo que hacerse cargo también de la dirección, con la ayuda de Martin Hodara, debutando así detrás de la cámara.
La historia se ambienta en Buenos Aires en julio de 1952, en las postrimerías del peronismo y con una Eva Perón agonizante.
Dos detectives de poca monta, Corvalán y Santana, tienen una agencia a la que acude una enigmática mujer, llamada Gloria, que les encarga seguir y fotografiar a un tal Perturato, su marido. Lo que es un caso sencillo, cotidiano, se va a convertir en un asunto de conspiración entre mafiosos, algo que les viene demasiado grande a los dos sabuesos.
A medida que avanzan se dan cuenta que están ante una ambiciosa red de corrupción, una difusa trama en la que la venganza vale más que la propia vida.
Una historia de intriga en la que se mezcla el misterio, el amor y el crimen, con la estética del cine negro.
La intriga policiaca en sí podía haberse situado en cualquier momento y lugar, pero el hecho de ser en Argentina y en ese año da pie para ponerle un marco político determinado, un fondo que dé un poco de más cuerpo a algo que no tiene mayor enjundia, adornado con los problemas amorosos de Corvalán y su posterior enamoramiento de otra mujer.
O el signo político contrapuesto de los dos detectives que puede hacer peligrar su amistad.
Son detalles al margen que enriquecen un poco la sencilla trama, en la que se busca más el perfil de los personajes que una acción en la que abunden los crímenes o los disparos, con un detective solitario que se resiste al compromiso, cínico y descreído, colado por una mujer, un fiel compañero que hace de la voz de su conciencia, con una gran profesionalidad y sin que pueda faltar la típica mujer fatal, aparentemente frágil, pero perversa.
La puesta en escena copia miméticamente las grandes obras del cine negro norteamericano de los años 40, bien ambientada en la época, y con un trabajo bastante aceptable de los actores.
Ayuda a la ambientación a dar el tono un color descromatizado, casi cercano al blanco y negro, y una abundante banda sonora como sucedía en los films de la etapa dorada del género.
Una ópera prima que supone una nueva experiencia y un aprendizaje para Ricardo Darín que aprueba, pero no convence.
Cóndor de plata al mejor actor de reparto Diego Peretti, fotografía, decorados, vestuario de la Asociación de críticos argentinos.
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