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CRITICA
Por: PACO CASADO
Continúa el cine americano tomándose a broma el tema de los agentes secretos, con esta comedia de tintes negros, en ambos sentidos, en cuanto al humor y al género que toca.
Con ella debuta en la dirección el guionista Eric Blakeney y también lo hace como productora la actriz Sandra Bullock.
Un prestigioso agente de la DEA (Departamento Estadounidense Antidroga) está estresado y muerto de miedo, lo que le provoca una colitis galopante que le hace ir a cada momento al servicio. También es perseguido por un mafioso, violento y cruel, cuya primera aparición es con un hacha en la mano para cortarle los dedos a su vecino por haberle robado las páginas deportivas de su periódico.
El agente ha pedido el retiro, pero los jefes no se lo conceden. Antes ha de cumplir una última misión: infiltrarse en una banda dedicada al narcotráfico para desarticularla.
Debido a sus males se apunta a una terapia de grupo donde conoce a una guapa enfermera que se ofrece a ayudarle.
Ante este absurdo argumento en el que entra un agente secreto que cuenta su misión en la terapia de grupo, un mafioso que termina siendo un hombre de buen corazón acomplejado por su suegro y una enfermera buena, en ambos sentido (ser y estar), no se puede tomar esta historia más que a broma, ya que el guion es caótico en algunos momentos.
Eric Blakeney ha de acudir más a clase de dirección, ya que la que hace aquí no es nada creativa, sino más bien funcional, para salir del paso.
Liam Neeson necesita personajes con más entidad que este muñeco que interpreta aquí.
Oliver Platt lo hace bastante bien en el papel del mafioso.
Y Sandra Bullock se busca su hueco como enfermera, en un breve cometido, que para eso es la productora, la que se juega los cuartos y ella en un cartel vende bastante.
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