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CRITICA
Por: JOSÉ MONTESINOS
Hay directores que tienen una forma muy definida de abordar sus relatos y han creado una marca de ello que les suele perseguir toda su carrera. Uno de estos es el británico Guy Ritchie el cual desde sus comienzos le dio un aire diferente a sus largometrajes.
El último que nos llega, “Rey Arturo, La leyenda de Excalibur” no iba a quedarse atrás a pesar de no ser un film contemporáneo.
Lo que se nos cuenta aquí es nuevamente la historia del Rey Arturo y Camelot pero narrada desde otro ángulo e introduciendo elementos nuevos que no han estado presentes en anteriores relatos.
El rey ayuda a escapar a su mujer e hijo pequeño ante una rebelión organizada por su malvado hermano. En la huida la mujer muere pero el pequeño es puesto a salvo en una barcaza que navega río abajo hasta que es recogido en el pueblo y ocultado en un burdel, donde vivirá durante años, aprendiendo las normas de la calle.
El nuevo rey se ha perpetuado en el poder pero sabe que algún día llegará el legítimo rey e intentará arrebatarle el trono por ello inicia una búsqueda entre todos los jóvenes del lugar, para dar con él.
Lo que viene a continuación ya se lo imaginaran ustedes.
Esta es la síntesis de lo que Guy Ritchie nos ofrece en su nuevo largometraje, una cinta de acción pura y dura, alargada innecesariamente, a nuestro juzgar le sobran minutos por doquier, ya que el relato de detiene demasiado en la primera mitad en mostrarnos el modo de vida del protagonista y en una segunda mitad plagada de luchas y demás.
La historia tiene poco de original, y eso que los guionistas le han integrado monstruos que jamás han existido en la historia vista mil veces, y algunos pasajes diferentes con tal de hacerla más atractiva al público de hoy en día, pero esta adolece de credibilidad, es como si nos estuviesen mostrando un tebeo y del que el espectador no termina de convencerse ante lo que ve.
En el terreno directivo Ritchie apuesta por su forma de rodar y montar sus películas y en determinados momentos la cámara es mareante, no sabemos bien a que viene esto y mucho menos en un relato como este.
El director no termina de creerse lo que está haciendo y así muestra un film descompensado desde principio a fin, al que le sobran minutos como decíamos antes, donde parece más interesado por la estética que por el resto.
Charlie Hunnam es el protagonista del film y el cual suma otro fracaso en taquilla y van varios ya, parece como si no tuviera suerte con los trabajos que elige. A parte su interpretación tampoco es que brille en exceso.
Le sigue Djimon Hounsou, un rostro habitual en en este tipo de cintas, la belleza de Annabelle Wallis o la maldad que emplea un Jude Law, que sí se adentra bien en su personaje.
La fotografía es demasiado oscura en la mayoría de las ocasiones cuando no algo sucia y la música de Daniel Pemberton no es muy estridente, pasando casi desapercibida en muchas ocasiones.
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