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CRITICA
Por: PACO CASADO
Michael Bryce, el mejor agente de protección del mundo, es asignado para proteger la vida de su mortal enemigo, Darius Kincaid, uno de los más famosos asesinos mundiales con el que tiene antiguas cuentas pendientes.
El implacable guardaespaldas y el manipulador sicario han sido enemigos mortales durante años y sin embargo ahora tendrán que colaborar en una ruidosa aventura contra el expresidente Vladislav Dukhovich, un sangriento dictador bieloruso sin piedad, yendo desde Manchester hasta el tribunal de La Haya para declarar como testigo para meterlo entre rejas, con la urgencia de tener tan sólo 24 horas para llegar.
Por el camino sufren múltiples persecuciones en coche o en barco, a cargo de los matones y asesinos del genocida mandatario.
A cambio de declarar, la esposa del famoso delincuente que, está en prisión, quedará finalmente en libertad.
En esta película se combina la comedia con el thriller de acción en una sucesión de hechos en los que no para de originar fuerte violencia mezclada con las situaciones cómicas.
La historia tiene diversos momentos en los que parece que va terminar pero la acción sigue y sigue, como las pilas de la marca del famoso conejito, sin parar nunca hasta el ansiado final ya que tantos acontecimientos resultan a veces realmente agotadores, pero eso hace que la diversión no decaiga en ningún instante, por más inverosímil que nos pueda parece lo que estamos viendo, resultando así un espectáculo divertido, si no se es muy exigente ya que es previsible y tan superficial como insustancial, pero efectivo.
Por medio está el estado de ánimo en que se encuentra el protagonista, que perdió su empleo al resultar muerto uno de sus clientes al que tenía que proteger, pero la agente de la Interpol, Amelia Roussel, con la que tuvo un romance en su día, le pide ayuda para llevar a cabo la arriesgada misión, quedando prácticamente solo ante el peligro y sin tener ni siquiera la confianza de su protegido, Kincaid, a quien sería la última persona que quisiera salvar la vida.
En la misma proporción que contiene escenas de acción posee también unos diálogos en los que se emplean vocablos groseros con demasiada profusión en gran parte del relato.
Aunque el grueso de la acción recae en Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson, ambos están respaldados por secundarios como el siempre interesante Gary Oldman en el papel del dictador y Salma Hayek en una dama de armas tomar, cuyos papeles también tienen su importancia en la trama.
El director australiano Patrick Hughes, responsable de la tercera entrega de 'Los mercenarios' (2014), lleva esta historia a un ritmo vertiginoso, con vigor y elegancia, con escenas de acción filmadas de manera prodigiosa que a veces parece increíble que la cámara consiga esa agilidad, como en la persecución por los canales de Amsterdam, y estar en lugares tan inverosímiles, lo que contribuye acertadamente al logro de esta paródica producción.
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