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CRITICA
Por: PACO CASADO
El protagonista de esta comedia de acción desenfrenada y sin prejuicios es Leo Andrade un estafador que entre tiroteos y explosiones, tiene que hacerse pasar por un judío ortodoxo y asumir una nueva personalidad para escapar de tres peligrosos asesinos implacables, el capo Dugès y sus esbirros el español Tobías López y el rumano Harken, tras haber sido testigo involuntario de un crimen.
Termina refugiándose en esa comunidad religiosa, a pesar de no tener ni idea de sus costumbre y sus ritos, lo que origina unos momentos simpáticos.
Leo con su vecina Flavia, una prostituta, se dedican a grabar a los clientes de ésta y repartirse el dinero que consiguen con sus extorsiones.
Es una coproducción hispano-argentina con un curioso reparto para una comedia muy desmadrada, que se pasó en el Festival de cine de Sitges.
Sergio González Peña es un empresario que ha pedido dinero a la mafia que no puede devolver, es obligado a firmar un importante documento que contiene una fórmula química secreta que vale muchos millones, tras lo cual resulta muerto accidentalmente.
A partir de ahí se produce una rara historia de persecuciones en la que Leo, que ha presenciado los hechos, tiene a priori todas las de perder, pero tratará de que eso no suceda, buscado la ayuda de su hermano, sacerdote, con el que no se lleva muy bien, al que mete en el lío.
El problema de esta película es que pretende ser una comedia pero no hace reír. Y para eso ha hecho falta la intervención de cinco guionistas, con un Gerard Depardieu acabado, al frente del reparto en el que ejerce de jefe del clan mafioso, en un rutinario film que mezcla la acción policiaca con unas situaciones un tanto estrafalarias, con gags que apenas si tienen la más mínima gracia, con algunos momentos para que Peter Lanzani se pueda lucir como cómico y como galán, exhibiendo además sus dotes de dominador del karate en las peleas.
La cuota española se cubre con las breves actuaciones de Carlos Areces, Hugo Silva y Santiago Segura, este último interviene además entre los coproductores.
Cuando interviene Gérard Depardieu habla en francés y mientras está en escena Santiago Segura ejerce de traductor, pero cuando desaparece de la trama, que es bastante pronto, nadie traduce lo que habla el actor galo, y ni siquiera está subtitulado, con lo que el espectador no se aclara, ni entiende en esos diálogos de qué está hablando.
La cinta, que no tiene más pretensión que la de divertir a los espectadores, con un humor cercano a la parodia de las americanas de este género, está realizada por el argentino Federico Cuevas, un hombre multifacético que ha pasado por distintos departamentos de la producción cinematográfica, ejerciendo de cámara, actor, director de segunda unidad, especialista y fundamentalmente el departamento de efectos especiales, que es prácticamente su oficio, en el que ha intervenido en más de cuarenta títulos y que ahora se ha decidido también a ejercer de director con este primer largometraje tras haber probado realizando un par de series y una tv movie.
El bisoño director no logra dominar totalmente esta historia debido a un guion falto de originalidad que tiene poca enjundia.
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