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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para su quinta película el joven director argentino Daniel Burman, elige las relaciones familiares entre padres e hijos y las influencias que los primeros, a veces, ejercen sobre los segundos. Se cierra así la trilogía personal comenzada con 'Esperando al mesías', continuada con 'El abrazo partido', sobre la ausencia paterna, y finalizada con 'Derecho de familia' con la relación paterno filial.
En esta ocasión padre e hijo son abogados y se llaman igual, Ariel Perelman. El primero se entrega por entero a sus pequeños clientes a los que saca de sus líos y con los que suele tener una entrañable relación, y en cambio el hijo está dedicado a la enseñanza y a sus defendidos ausentes ni los conoce.
En una de sus clases se enamora de una alumna que después se hará profesora de Pilates y se casará con ella de la que tiene un hijo de tres años.
Tras quedarse sin parte de su trabajo se dedicará más a relacionarse con su padre que desea que trabaje con él y a tratar de educar a su hijo pequeño al que finalmente dejará la libertad de que se parezca a él y que elija lo que desee ser, ya que a veces los padres agobian a los hijos para hacer que lo ellos quieren y no lo que los hijos desean.
El film está tratado en tono de comedia agridulce con una voz en off, sobre todo en el primer tercio, en el que nos sitúa a los personajes y obtiene algunos matices cómicos de la misma.
El guión toca además la crisis de los 30, la búsqueda de la identidad, la rutina cotidiana, el amor, las obligaciones matrimoniales, los celos, la educación de los hijos y de fondo, como siempre la sociedad argentina, temas sobre los que reflexiona con cierto sentido del humor.
Una sencilla puesta en escena que cuenta con los siempre seguros actores argentinos sobrios y eficaces.
Una vez más tiene como protagonista a su actor fetiche, el uruguayo Daniel Hendler, con su estupenda vis cómica y su envidiable frescura, respondido con solvencia por la veteranía de Arturo Goetz en el papel del padre y Julieta Díaz en el de la esposa, que queda un poco más difuminado, ejerciendo de apoyo o contraste.
Cinta que se deja ver con agrado que provoca la sonrisa en ocasiones y engancha de alguna manera al espectador sin que llegue a ser redonda.
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