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CRITICA
Por: PACO CASADO
Aunque esta película sea belga y se desarrolle la acción en Bruselas, el hecho de ser una coproducción con Holanda, pero fundamentalmente con Francia, le contagia del buen hacer de esta última cinematografía del género negro en el que a lo largo de su historia ha habido estupendos directores que lo practicaron con notable acierto.
Los hechos suceden en Bruselas y narra la historia de amor entre Gino Vanoirbeek, un gángster sin aparentes escrúpulos, y Bénédicte Delhany, una joven de clase alta, piloto de carreras, quienes tendrán que hacer frente a numerosos obstáculos para salvar su relación.
Cuando Gino conoce a Bénédicte, surge el amor a primera vista, apasionado e incondicional entre ellos dos que provienen de mundos muy diferentes.
Ella es una joven de clase alta, trabaja en el negocio familiar, pero su hobbie es conducir coches de carreras de alta cilindrada.
Él es un chico aparentemente normal y corriente que esconde un secreto que puede poner en peligro su vida y la de los que le rodean.
Juntos esconderán sus debilidades y unirán sus fuerzas ya que tendrán que hacer frente a su turbulenta historia y luchar contra el destino, la razón y sus propios miedos para salvar su amor.
En torno a este romance gira una trama criminal, adobada con escenas de acción y glamour en una atmósfera sombría que cobra una dimensión trascendente para unos personajes realmente elementales sacudidos sin piedad por sus circunstancias familiares y sociales.
El belga Michaël R. Roskam, director de 'Bullhead' (2011) y 'La entrega' (2014), hace con 'El fiel' (2017) su tercer largometraje tras la cámara, con una puesta en imágenes moderna, en el que repite con el actor Matthias Schoenaerts que aquí es un ladrón de bancos a los que asalta en compañía de sus amigos del reformatorio, y cuando se cruza en su carrera Bibi y todo cambia.
El film aborda momentos particulares de la historia de la delincuencia belga en el que se acerca al brutal mundo de las bandas de Bruselas de principios de los años 90 con una mirada fatalista.
Filmado con elegancia, no oculta los fallos dramáticos con un inicio aceptable de robos y seducción, pero la continuación no tiene mucha lógica convirtiendo el argumento en los metros finales en un auténtico melodrama.
El punto de partida de este melodramático desenlace es el incidente con un perro, sobre el que el guion nos da un apunte al comienzo de la historia de la relación que tiene Gino con estos animales a los que teme desde pequeño y que le juega en ese punto una mala pasada.
Está dividido en tres partes marcadas por los nombres de Gigi, Bibi, los nombres familiares de Gino y Bénédicte, sus dos principales protagonistas y un tercero, "Nada de flores", frase que le dice ella cuando quedan para la primera cita y que viene bien también para el inesperado y postizo final.
Un thriller dramático de amores complicados y veloces que como viene siendo ya habitual le sobra metraje, está alargado sin necesidad, para terminar de contar una historia que se seguía con vivo interés.
Es la candidata al Oscar por Bélgica a mejor cinta extranjera.
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