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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es la ópera prima de la directora catalana Carla Simón que en este caso ha visto restringida su exhibición por proyectarse únicamente en catalán, subtitulada en castellano, debido a las absurdas exigencias políticas nacionalistas que impone el idioma.
Frida, una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida sin su madre y lo pasa con su nueva familia adoptiva, sus tíos, Marga y Esteve y su encantadora prima de tres años Anna, en un entorno rural cerca de Barcelona, tras la muerte de sus padres a causa del SIDA.
Los abuelos los visitan algunos fines de semana, pero Frida, sin entender bien lo que ocurre, deberá afrontar la nueva realidad.
Un drama sobre la infancia de esta pequeña que debe aprender a encajar en un nuevo mundo, en un relato sensible y tierno sobre la soledad y la confusión que siente esa niña que se acaba de quedar huérfana.
La badalonesa Carla Simón ha conseguido varios premios en diversos festivales con esta historia intimista y autobiográfica llevada a cabo, que presta atención a los detalles y las sensaciones en cotidianas escenas domésticas sueltas y de juegos de las niñas, sin un argumento que las coordine debidamente, por lo que algunas posturas y enfados de Frida no tienen explicación, como igual determinados momentos con respecto a Anna o a los tíos.
Lo que se nos ofrece se asemeja a una filmación de escenas infantiles familiares sin ilación que sirvan para el recuerdo.
Lo que cuenta es la historia real de la directora de cuando era pequeña en el verano de 1993, momento en el que Neus, su madre, acababa de fallecer y se fue a vivir con sus tíos y con su prima.
Le costó adaptarse porque ella vivía en Barcelona, ciudad que cambia por una casa en un pueblo y una nueva familia.
Es una obra introspectiva en la que la cineasta hace una terapia personal rememorando aquel verano en el que su vida cambió.
Está narrada desde el punto de vista de la niña y la cámara a mano se pone en su lugar, a su altura, con planos bajos en muchos momentos, ya que las protagonistas son las niñas, que se comportan de forma natural que son lo mejor de la película.
El film tiene el problema de que no pasan cosas, salvo en el tramo final, centrado en la vida cotidiana de las pequeñas y mientras juegan, conocemos detalles de ellas muy lentamente.
Reivindica que los niños son inteligentes y capaces de adaptarse a nuevas situaciones, a veces más pronto que los adultos, y cómo los mayores se plantean educar a una niña que no es su hija, que naturalmente no quieren tanto como a la suya.
También el proceso de la adopción de Frida en el que Marga tiene que aprender a quererla, tratándose de una niña que ha estado un poco mimada por la familia durante la enfermedad de la madre.
Frida cambia su vida de la gran ciudad al medio rural y durante el verano va a ser clave en su desarrollo emotivo e intenta superar el trauma de haber perdido a su madre.
El acierto está en haber sabido filmar esos momentos de la infancia de dudas, de miedo, de diversión o de situaciones complicadas, como los celos.
Es el retrato de una familia diferente y la reflexión de cómo cambian los papeles y las distintas maneras de pensar de las generaciones, abuelos, padres e hijos.
Tanto los actores como las niñas están magníficos, sobre todo la forma de gestionar el dolor de una tan pequeña que no sabe qué ha pasado, sólo que su madre ya no está y que tiene que asumir la relación con sus nuevos padres y con Anna su nueva hermana.
Premio ópera prima y mejor film del jurado de la generación Kplus en el Festival de Berlín. Mejor dirección en el Festival de cine independiente de Buenos Aires. Premio especial del jurado en el Festival de Estambul. Premio Dunia Ayaso en el Festival de Málaga y el Feroz de la crítica. Elegida por España al Oscar no fue ni preseleccionada.
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