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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando alguien traslada una obra teatral al cine, a veces trata de airearla, sacarla fuera de los escenarios, de disimular su origen dándole más lugares donde sucede la acción, algo que a veces no se logra enmascarar totalmente.
En cambio otras no se oculta ese origen y con frecuencia se le tacha de teatro fotografiado, cuando la cámara se ancla en el suelo y no hay movimientos fílmicos en torno a los actores.
En esta ocasión Juan Carlos Rubio vierte su obra teatral a la pantalla grande, pero no lo oculta, e incluso en una ocasión muestra el patio de butacas del teatro vacío, aunque a la hora de ponerla en imágenes trate de borrarlo intentando mover la cámara con una planificación fílmica, acercando al espectador el rostro de los actores para escudriñar sus sentimientos internos, cosa que el teatro no puede hacer.
La muerte de su padre, Rafael Duque, un abogado con gran carácter, aficionado a los refranes, obliga a David, un joven arquitecto de 37 años, a hacerse cargo de su herencia y entre sus pertenencias, cuando recoge las cosas de su despacho, encuentra algo que no esperaba: unas enigmáticas cartas de amor llenas de pasión de otro hombre, un tal Juan Martín, maestro de niños.
Ante el inesperado descubrimiento siente la curiosidad y decide visitar al supuesto amante de su padre para saber la verdad de lo que sucedía.
Toda la trama de esta obra de dos únicos personajes, como es muy frecuente en el teatro por aquello de la economía, la constituye el encuentro entre David y Juan, primero en casa de éste al que va a buscar y posteriormente en el propio despacho de Rafael al que acude Juan inesperadamente para disculparse con David ante su brusco desenlace de la vez anterior y entregarle las cartas de respuesta a las suyas.
El actor, guionista, dramaturgo y director teatral Juan Carlos Rubio pasa al cine su obra teatral de igual título, encargándose personalmente también del guion, lo que constituye su ópera prima como realizador cinematográfico, filmada en blanco y negro con tan sólo unas imágenes al comienzo y final en color a manera de paréntesis que abrocha la película.
A veces no conocemos a aquellas personas que tenemos más cerca, como pueda ser en este caso un padre, tal vez distante en vida, pero al que se le echa de menos tras la muerte y se siente curiosidad por saber algo más de él.
Es una propuesta estilística emocionante por descubrir este drama de vidas ocultas y secretos que cambian totalmente la idea acerca de alguien a quien se creía conocer bien.
Posee una muy cuidada fotografía en blanco y negro de claros contrastes que no oculta la atmósfera teatral totalmente llevada a cabo en interiores en la que los dos únicos actores se dirigen frecuentemente a la cámara comentando sus cuitas con el espectador al que se le supone como tercer intérprete.
Se da la circunstancia de que aunque el texto es servido por dos actores uno de ellos, Juan, está interpretado por una mujer, la malagueña Kiti Mánver, que da perfectamente el masculino papel de Juan, a quien le da respuesta Dani Muriel de forma muy correcta.
Ambos actores ya hicieron esta obra en los escenarios.
La banda sonora está compuesta por cuatro canciones italianas interpretadas por Mina, cantante preferida del protagonista ausente, el padre.
Premio del Jurado a la mejor actuación a Kiti Mánver en el Festival de cine gai de Madrid.
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