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CRITICA
Por: PACO CASADO
'Sed de mal' (1958) es, sin lugar a dudas, un clásico del cine negro y una obra maestra de las muchas de un genio como Orson Welles, para regusto y delectación de los buenos aficionados al más puro cine, con esta historia dura y perversa de asesinato, secuestro y corrupción policial en una ciudad fronteriza mexicana.
En Los Robles, una pequeña localidad americana fronteriza con México, un importante hombre de negocios, muere al ser dinamitado su coche.
Ha sido testigo circunstancial del hecho el comisario Vargas, algo jefe de la policía mexicana y destacado miembro de la Comisión Panamericana de Narcóticos, que pasa en Los Robles su luna de miel.
Por haber sucedido el atentado en el lado norteamericano de la frontera, el suceso entra en la jurisdicción del capitán Quinlan, hombre que se ha labrado una sólida reputación a lo largo de más de treinta años de servicio en la policía.
La sospecha de que en el fondo de todo el asunto haya un problema de drogas, hace que Vargas intervenga y esto le enfrenta con Quinlan, que no tolera la más mínima intromisión en su trabajo.
Se podría sacar aquí a colación, una vez más, el tema de las adaptaciones literarias, si la novela ¿Badge of evil?, de Whit Masterson, está o no bien reflejada en la pantalla, pero en realidad lo que cuenta es lo que se ve y eso, a no dudarlo, es espléndido y maravilloso, cine de los más altos quilates que se puedan dar en una pantalla.
Para ello no hay más que no perderse el comienzo, con ese plano secuencia de arranque que aún no se han explicado muchos cómo se pudo lograr.
O el plano secuencia del descubrimiento de los cartuchos de dinamita en el cuarto de baño.
Esta fue la película que marcó la vuelta al cine norteamericano de Orson Welles, tras su exilio europeo, y en la que vuelve de nuevo a demostrar su peculiar manera de ver y de hacer el cine, con unos personajes que parecen extraídos de cualquier obra de William Shakespeare, autor que varias veces adaptó para la pantalla y con tanta grandeza.
Porque en ellos se vuelve a dar, una vez más, la batalla entre el bien y el mal, la lucha entre un corrompido policía como el capitán Hank Quinlan, y el puritano Mike Vargas, aunque al final, el primero, a pesar de sus sucios métodos, llevará la razón.
El film adquiere así una dimensión trágica y desesperada, que supone algo como la visualización de una pesadilla para el espectador, pero llevada a cabo de una forma deslumbrante y maravillosa.
La cinta, que posee una excelente fotografía de Philip H. Lathrop en sus imágenes, tiene además una maravillosa interpretación de todos los actores, destacando acaso la poderosa humanidad de Orson Welles o el trabajo mágico de Marlene Dietrich, por citar tan sólo a algunos de ellos.
Y en cuanto a su técnica de dirección y puesta en escena creemos que no es fácil de superar.
Los genios se tienen que distinguir por algo, y Orson Welles, sin lugar a dudas, lo es, como lo demuestran sus obras, y ésta es una de ellas y de las más perfectas.
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