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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta producción cuenta una historia de intriga internacional en la que se ve involucrado un profesor universitario, un primer ministro árabe, un despiadado hombre de negocios, una guapa espía y un complicado jeroglífico que hay que descifrar para evitar así un complot, conforman esta intrigante historia en la que no falta tampoco el suspense.
Así el profesor David Pollock, famoso egiptólogo, experto en la escritura jeroglífica, es contratado para que se infiltre en la organización de un hombre llamado Nahiim Beshraavi cuyos planes es matar a un Primer Ministro de un país de Oriente Medio.
La clave del complot está en descifrar una complicada inscripción jeroglífica.
De esta forma el profesor se verá implicado en la lucha que mantienen tres bandos por el poder en un país de Oriente Medio.
La clave está en esa inscripción que todos persiguen y desean tener.
El profesor, contratado para traducirla, sabe desde el primer momento que su vida estará constantemente en peligro de muerte.
Pero 30.000 dólares, su lealtad al Primer Ministro y sobre todo la bella Jazmine Azir le obligan a seguir con el juego hasta el final.
David contará con la ayuda de Yasmine, la concubina de Beshraavi, aunque no parece estar muy seguro de saber en qué bando juega ella.
Aunque el nombre de Stanley Donen se asocie básicamente a varios gloriosos musicales de la historia del cine, este director se movió también con soltura en otros géneros como el thriller, buen ejemplo de ello es Charada (1963), que realizó con gran perfección y que repite en 'Arabesco' (1966) que sigue la misma fórmula en un más difícil todavía, con una trama policiaca, romántica y de misterio que puede recordar a la de algunos films de Alfred Hitchcock.
Stanley Donen, director de comedias, vuelve a romper con el género y se instala de muevo en el espionaje como tres años antes lo hizo con 'Charada' (1963) intentando superarse a sí mismo con 'Arabesco' (1966), desde las primeras imágenes.
A pesar del esquema policiaco, de la típica película de acción, no abandona los aires de comedia y la ironía aflora a cada instante, sobre todo en el personaje que interpreta Gregory Peck.
Contó también con Sofía Loren y Alan Badel en el papel del villano así como la colaboración del director de fotografía Christopher Challis que creó una atmósfera muy especial con escenas rodadas a través de espejos o reflejadas en cristales.
Si perfecto es el argumento e inmejorable el guion, no menos interesante resulta el juego de la puesta en escena.
Desde las primeras imágenes a los propios títulos de créditos, espléndidamente ideados por Maurice Binder, todo el film es un puro arabesco, que juega con la situación mundial en torno al petróleo y los países árabes.
Stanley Donen juega con las imágenes presentándolas a veces dividiendo la pantalla en varias partes, lo que añade un atractivo más a la puesta en escena.
Henry Mancini compone una partitura ideal, llena de matices y hallazgos musicales, con una bella melodía mezclando ritmos árabes y jazz que pervive en el recuerdo ya que se ha hecho muy popular su tema principal.
Magnífica la dirección de Stanley Donen y muy bien la actuación de los actores.
Ganó el Bafta a la mejor fotografía y el Bambi a la mejor actriz para Sofía Loren.
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