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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película no ofrece muchas novedades, a no ser la vuelta al estilo clásico, en el que un policía renuncia a su placa para investigar por su cuenta la muerte de un amigo y compañero del servicio secreto. Esto le lleva a bucear en ese sucio y farragoso mundo del hampa que, a veces, salpica hasta estratos más elevados de la sociedad e incluso de la policía.
Para ello John Sturges no recurre a los efectismos tan habituales en el cine de esa época, sino que lleva la investigación por los senderos clásicos, a través de un guión bien construido en el que se va dosificando el interés que nos prende desde las primeras imágenes.
No por ello renuncia a los elementos espectaculares propios de esta clase de cine, como la consabida persecución de los malhechores, por partida doble en este caso, que ponen puntos álgidos en una cinta que marcó la recuperación de Sturges como el buen director de cine de acción, que había bajado bastante en sus últimas películas.
Una buena partitura de Elmer Bernstein, una estupenda fotografía de Harry Stradling, y notable trabajo de los actores.
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