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CRITICA
Por: PACO CASADO
Primero fue una novela de gran éxito de la que se vendieron más de un cuarto de millón de ejemplares. Después se transformó en una exitosa obra teatral que durante dos años recorrió los escenarios españoles con más de un millón de espectadores.
Tras esto era de esperar que algún día fuera trasplantada al cine y no ha podido encontrar director más adecuado en el granadino Juan José Porto, autor de películas en esa misma línea como 'El último guateque' (1978) o 'El curso que amamos a Kim Novak' (1980).
El título está extraído de la letra del himno nacional escrita por José María Pemán que decía "fuiste de gloria florido pensil", que es una reiteración ya que pensil significa jardín florido.
El endeble guion ha querido hacer un sainete costumbrista con los recuerdos del autor, Andrés Sopeña, cuando era un niño, basados en la educación franquista que recibían de un oscuro maestro que seguía la regla de que la letra con sangre entra, un cura que les asustaba con el infierno y un falangista que hacía proselitismo con excursiones al Valle de los Caídos, mientras que como única diversión tenían la radio, los tebeos y el cine, que también era un peligro en ciernes.
Todo ello se nos cuenta a base de situaciones reiterativas en torno a la educación, los libros de texto, los seriales y concursos radiofónicos, la llegada de la televisión con los partidos de fútbol, con personajes exagerados y escenificaciones de las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín de lo más cutre.
Una dirección torpe, sin ritmo y cansina puesta en escena, hace que, salvo sugerir alguna nostalgia a los adultos, aburra a las ovejas.
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