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CRITICA
Por: PACO CASADO
A pesar que el género de terror está dirigido en la actualidad especialmente a los espectadores juveniles, sin embargo estamos ante una producción que pretende romper esa barrera y darle un cambio de forma ciertamente original.
John Krasinski escribe, produce, dirige y protagoniza, junto con su esposa Emily Blunt, este thriller de terror que supone la tercera vez que el actor y director de Massachussetts se pone detrás de la cámara.
'Un lugar tranquilo' (2018) llega avalado por el éxito de taquilla en los EE.UU., donde ha sido el segundo mejor estreno del año.
La trama se centra en una familia que vive en una granja aislada en el campo donde es acosada por una presencia extraña y peligrosa, ocasionada por unas criaturas ciegas, que no ven, pero que son ultrasensibles al sonido y se orientan a través del mismo para cazar a sus víctimas, que sumen a la familia Abbot, compuesta por Evelyn y Lee, que son los padres, y sus tres hijos Regan, la mayor que es sordomuda, Marcus, el hijo mayor y Beau, el pequeño, en una profunda ansiedad al igual que al público.
La familia pronto se reduce a cuatro miembros, tras la muerte del menor de los hijos, que viven con la necesidad de hacerlo en el más completo de los silencios, si quieren sobrevivir, ya que el más mínimo ruido atrae a esas bestias mortales.
Es por ello que tienen que hablar por señas, con el lenguaje de signos, aprendido de Regan, andan descalzos para evitar el crujido del suelo de madera y obviar cualquier cosa que haga ruido o emita algún sonido, ya que esas peligrosas criaturas, de origen desconocido, cazan y devoran todo aquello que denoten su presencia a través de ellos.
Aun recuperándose de la muerte de su hijo menor, la familia tiene que afrontar el próximo problema, la llegada de un bebé, ya que la madre está en un avanzado estado de gestación y eso puede trastocar el equilibrio que mantienen, ya que lo más natural es que la criatura rompa a llorar al nacer.
El director, que articula esa dicotomía entre silencio y ruido, tan propia del género de terror, hace de ella su razón de ser. La ausencia de sonido se convierte en lo que es normal en esta historia, hasta el punto de que el habla humana llega a resultar extraña al espectador cuando ya lleva algún tiempo de proyección, como si fuera una película muda, puesto que el más pequeño ruido puede suponer una amenaza de muerte.
El resultado es una de las experiencias más intensas que se recuerdan últimamente en el género de terror, no obstante el interés está en la familia en la que los actores actúan de forma notable dadas las especiales circunstancias, en un ambiente emocional que acentúa el horror que les espera y que elige el amor como forma de unión entre los miembros de la misma.
La historia comienza como un film de terror con elementos de otros anteriores, planificado estupendamente, en el que no hay un plano que sobre, ni una situación que no esté puesta en su sitio y en su justa medida.
No obstante en el guion hay que admitir algunos convencionalismos ya que en la situación cabrían otras soluciones que no son aportadas en este caso, si se analiza a fondo.
El montaje provoca una tensión absolutamente angustiosa en todo momento, pero sobre todo en los metros finales reflejada de forma notable en la angustia que denota el rostro de Emily Blunt, en este thriller de terror asfixiante en el que por primera vez trabaja junto a su marido John Krasinski, papel que ejercen en la ficción y con dos hijos como en la vida real, aunque en unas circunstancias muy diferentes.
La cinta nos muestra los sacrificios de la paternidad en tiempos de crisis para dejar a la generación de sus hijos un mundo mejor.
La música de Marco Beltrami viene a cubrir el hueco de tantos momentos de silencio que se producen a lo largo de toda la trama.
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