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CRITICA
Por: PACO CASADO
El dramaturgo ruso Anton Chejov es uno de los que sus obras han sido llevadas con cierta frecuencia a la gran pantalla y a la televisión.
Posiblemente los buenos aficionados al cine recuerden algunas de ellas como la clásica 'Extraña confesión' (1944), de Douglas Sirk, 'Tres hermanas' (1970), de Laurence Olivier, 'Tío Vania' (1971), de Andrey Konchalovsky o 'La gaviota', una de las obras cumbres de este autor, de la que se conocen al menos la versión de 1968 de Sidney Lumet, la de 1978 Marco Bellocchio vista por TVE y ahora nos llega esta nueva de 2018, de Michael Mayer.
Amores y odios se dan cita en la Rusia de finales del siglo XIX.
Un grupo de amigos y familiares se reúnen en una idílica casa de campo junto a un maravilloso lago para ser testigos de la primera representación de la opera prima experimental escrita y dirigida por Konstantin Tréplev, el joven de la familia, hijo de Irina Arkádina, una famosa actriz del teatro moscovita ya en declive, que aspira a ser un gran escritor, con la que desea renovar las fórmulas teatrales.
Como actriz ha elegido a la ingenua Nina, una inocente joven que vive en una finca cercana, que aspira a dedicarse al teatro, de la que está enamorado.
Su madre se burla de la representación lo que ahonda más la mala relación entre Irina y su hijo.
Entre tanto Nina se enamora de Boris Trigorin, un famoso literato, que es uno de los invitados y amante de Irina.
El drama se centra en los conflictos románticos y artísticos que surgen entre estos principales personajes, de diferentes edades y posiciones sociales, a los que rodean otros más secundarios que también habitan en la casa.
Así surgen disquisiones sobre la naturaleza del amor, las relaciones familiares y las reflexiones sobra la transcendencia del arte.
Posiblemente no sea esta la mejor versión que se ha hecho de la obra de Chejov en cuanto a mantener la fidelidad de la misma, ya que en este caso el novato guionista Stephan Karam se ha tomado ciertas libertades para airearla y darle un aspecto más cinematográfico a la hora de hacer un montaje con flash backs, con lo que las escenas iniciales se repiten con ligeras variantes al final y así alejarla del tufillo teatral que, no obstante, sobrevuela aún sobre la misma, algo que no evita totalmente la puesta en escena del director de 'Una casa en el fin del mundo' (2004) y 'Flicka' (2006), Michael Mayer, que vuelve a la dirección cinematográfica con 'La gaviota' (2018), su tercer largometraje, doce años después tras estar dedicado a la realización de series de televisión.
Una de las cosas destacadas de esta producción es su extenso reparto de primera figuras con Annette Bening a la cabeza seguida por la actriz de moda Saoirse Roman, junto al joven Billy Howle o veteranos como Brian Dennehy y Elisabeth Moss, entre otros.
Un film apropiado para aquellos espectadores amantes de la literatura rusa, de las obras de Chejov y también para los que deseen conocerlo, aunque el resultado final no pasa de ser más o menos correcto, tal vez falto de una mayor experiencia en la dirección, en la que no tiene más que dejar hacer a los actores a sus órdenes que poseen la suficiente calidad para sacar dignamente sus papeles adelante.
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