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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay que agradecerle a Michael Radford y al primerizo guionista Edward Anderson que hayan resucitado un género, el de robos perfectos, que tanto éxito y seguidores tuvo en su día.
En los años 60 Laura Quinn es una ejecutiva de la London Diamond Corporation, la multinacional de diamantes más importante del mundo.
Está descontenta con la compañía, a la que ha entregado toda su vida, porque no se la tiene en cuenta a la hora de los ascensos prefiriendo para esos puestos a hombres de menor valía y entrega que ella.
Un día Hobbs, un empleado de la limpieza nocturna, le comunica que se ha enterado de que la van a despedir y le pide que le ayude a cometer el robo de unos diamantes, para lo que tiene un plan perfecto que viene pensando hace 15 años.
El guion posee su sorpresa final, su moraleja de que no todo en la vida lo constituye el trabajo y tiene una doble venganza, los motivos que poseen tanto Laura como Hobbs para embarcarse en la arriesgada aventura que les puede llevar a la cárcel de por vida. Pero a ellos no les mueve el afán de lucro, sino la venganza, el reparar las injusticias cometidas con anterioridad.
En esta ocasión el interés del film se basa en cómo se lleva a cabo el robo de algo que parece imposible, aunque en este sentido hay algunos convencionalismos y agujeros que no se acaban de cubrir bien a pesar del flash back explicativo que se incluye en los últimos metros.
Contiene cierto suspense en la forma de llevarlo a cabo y los motivos de la historia y hay un gran actor que es Michael Caine muy bien encajado en su papel, a los 70 años que tiene, y que gana nivel la cinta cuando él está en pantalla y Demi Moore no se achica a su lado aunque no esté a su altura, pero hace muy bien de elegante ejecutiva a la que aporta su indudable belleza.
La dirección de Michael Radford es algo plana, pero el buen gusto y entretenimiento están asegurados.
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