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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras pasar por más de media docena de festivales internacionales, entre ellos el de Berlín, donde ganó, sorpresivamente, el Oso de oro y el de mejor ópera prima, ya que era una película más para una sección paralela que para la de concurso, llegó también a la sección oficial del Festival de cine europeo de Sevilla 'No me toques' (Touch me not) (2018) y ahora lo hace a las carteleras españolas.
La directora rumana Adina Pintille, perteneciente a la nueva ola del cine de su país, que viene del cine experimental, hace su ópera prima en la realización de un largometraje, con este film con un escueto presupuesto de un millón de euros.
Ella misma aparece en pantalla detrás de la cámara filmando esta historia, junto con una serie de personajes, con los que se aventura a rodar un proyecto casi terapéutico sobre una investigación en torno a la intimidad sexual de las personas con problemas físicos o psicológico, como camino de autodescubrimiento.
Cinta situada entre la difusa frontera entre la realidad y la ficción, que muestra las fuertes emociones que experimentan Laura, Tómas y Christian Bayerlein, este último con una atrofia muscular en la espina de la columna dorsal que le tiene paralizado, a los que utiliza como si fueran conejillos de india, con los que se aventura en un viaje emocional que les lleva a experimentar con su intimidad y sexualidad desafiando sus propios miedos, mecanismos de defensa, patrones de conducta y tabúes sociales.
La película entre el ensayo y el largometraje de ficción que ofrece una profunda visión de sus vidas, en la que se librarán de sus ataduras para ser libres y aprender a amar a los demás y a ellos mismos.
Laura es una mujer inglesa que ronda la cincuentena, que tiene a su padre hospitalizado a punto de morir, sobre la que la directora de este film le pide sus experiencias ya que ella no tolera que le toquen en el aspecto sexual, por lo que prefiere el voyeurismo, tanto con hombres como con mujeres o con travestis, como hace con Hanna, a los que mira cómo se tocan, caso de un gigoló e incluso contempla a personas discapacitadas en este aspecto sexual.
Para ello contrata a veces a algunos jóvenes para verlos desnudos y cómo se masturban, satisfaciendo así su ilusión de intimidad.
En ese grupo conoce al discapacitado Christian y al calvo Tómas, este último busca nuevas experiencias presenciando sesiones de sadomasoquismo o de orgías sexuales.
La cinta es una especie de ensayo sobre la sexualidad, fundamentalmente de estos tres personajes, tan distintos entre ellos, que no es apta para mentes obtusas.
En el aspecto fílmico no tiene un gran interés como para ser la triunfadora en el Festival de cine de Berlín, bien es verdad que no conocemos las demás que fueron sus competidoras, pero sí el parecer general de quienes asistieron al certamen berlinés, de que no era la merecedora de tan alta distinción.
El guion nos parece bastante disperso y confuso, con un montaje en el que deja las escenas sin terminar, con planos de cámara repetidos hasta la saciedad y sin un fin determinado, limitándose tan sólo a exponer situaciones sexuales sin más unidad con respecto a los tres personajes, ni se sabe realmente lo que desean claramente algunos de ellos, con mucho sexo y con algunos planos bastante anodinos que desconstruyen los cánones de la belleza.
La película nunca aclara lo que es documental y lo que es ficción ya que todo se confunde y se mezcla reflexionando sobre la intimidad y el sexo a partir de la relación entre Laura, Tómas y Christian, un trío con ganas de liberarse de las imposiciones sociales.
Pintille, recordando su tiempo pasado en el cine experimental, lo vuelve a practicar en este nuevo film en el que juega con el espacio, el sonido y una narrativa no lineal.
Oso de oro y mejor ópera prima en el Festival de cine de Berlín.
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