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CRITICA
Por: PACO CASADO
Estamos ante un thriller, ambicioso y complejo como los de antes, en el que han coincidido dos nombres con experiencia en el género. Robert Redford, de quien recordamos películas como 'Los tres días del Cóndor' (1975) o 'Todos los hombres del presidente' (1976), y Tony Scott, un director experto en cine de acción con títulos como 'Enemigo público' (1998).
Cuando le que solo un día para retirarse, el agente de la CIA Nathan Muir se entera de que un antiguo amigo y discípulo, Tom Bishop, prisionero en China y acusado de espionaje, va a ser ejecutado en 24 horas.
La CIA cree que es muy arriesgado salvarlo, así que todo depende e Muir, quien debe encontrar el modo de burlar a la organización, mientras recuerda cómo reclutó y adiestró a Bishop en el peligroso juego del espionaje.
Es la historia de una redención, la de un espía que tras hacerse maduro encuentra al joven a quien modelar a su imagen y semejanza para que sea su continuación y lo convierte en un agente secreto de la CIA.
Cuando el chico se encuentra en peligro de muerte, usa todos sus conocimientos y resortes para lograr salvarlo, casi sin moverse de su despacho, aún teniendo que ir contra reloj y luchar contra sus propios jefes que quieren dejarlo morir para no descubrir sus cartas.
Hay pues una doble tensión, la de la vida en juego y la del suspense que se genera dentro de la propia central de la CIA para burlar los controles y sistemas de seguridad que no le descubran.
Frente a la quietud de los despachos, repetidos flash backs nos presentan la acción en los combates en Vietnam y las escapadas de Berlín o Beirut.
Paralelamente conocemos la evolución de los métodos de la CIA desde 1970 hasta nuestros días.
El guion tiene visos de originalidad en su planteamiento y desarrollo, aunque también algunos convencionalismos en las edades de los personajes en el pasado con relación al presente.
Tiene todas las característica de un thriller de espionaje: un reparto atractivo, un guion complicado pero en el que todas las piezas encajan perfectamente, una realización vigorosa y atractiva e incluso unas gotas de amor y romance.
Tony Scott hace algunas concesiones a las cintas de acción actuales en su puesta en escena.
El tándem que forman Robert Redford y Brad Pitt es estupendo y otro tanto diríamos de los secundarios. La música es original.
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