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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los que han leído la novela que Frank Herbert escribió en el año 1965, con el primer tomo, y van cuatro, no es nuestro caso, coinciden en que supera el texto literario a la película.
No entraremos en polémica y a la hora de criticarla nos atendremos a lo que contemplamos en la pantalla.
Paul Atreides, el hijo del duque Leto, lidera a los Fremen, guerreros del desierto planeta Arrakis, conocido como Dune, del malvado asesino de su padre.
Desde entonces a la fecha han sido varios los intentos de adaptarla y llevar al cine.
Finalmente ha sido el productor Dino de Laurentiis, delegando su producción en su hija Raffaella la encargada de hacerlo y responsabilizando del trabajo de la adaptación y la dirección a David Lynch.
Para ello ha contado con un presupuesto de cuarenta y cinco millones de dólares.
De lo que no cabe duda es que no se trata de un film de ciencia ficción al uso.
Tal vez por las dificultades que ofrecía la complejidad de la novela de adaptación le dieron el encargo a David Lynch que acreditaba talento suficiente para ello tras los logros conseguidos con sus films anteriores como Cabeza borradora (1977) y El hombre elefante (1980), lo que daba unas ciertas garantías de poder lograrlo, dado el carácter demostrado en las mismas.
Es cierto que la cinta es compleja, que el espectador tarda mucho en entrar en el tema y en acostumbrarse a ese mundo futurista tan lejano en el que se desarrolla la acción, que se sitúa en el año 10.191, en un planeta como Dune en el que escasea el agua.
En esos momentos todos los planetas del universo conocido están bajo el control del Emperador Padishah Shaddam IV y el producto más importante de la galaxia es una sustancia llamada melange que se dice que tiene el poder de prolongar la vida de las personas y por la que luchan todos los habitantes de otros planetas para poder conseguirla.
En un planeta como Dune, en el que no abunda el agua, sin embargo en sus desiertos existe la mencionada substancia por la que luchan los habitantes de otras galaxias, que han de enfrentarse a unos enormes gusanos que impiden llevar a cabo su recolección.
David Lynch utiliza el viejo truco de la voz en off para expresar el pensamiento de los personajes, como si se tratara de un tebeo.
Procura darle el carácter intimista y filosófico que posee la novela original y deja a Carlo Rimbaldi, ganador de un Oscar por King Kong (1976), que sea el creador de los gusanos de trescientos metros de largo, y al equipo compuesto por Kit West, Barry Nolan y Albert J. Whitlock la creación de lo efectos especiales, que es la parte más espectacular de esta interesante historia, que fue nominada al Oscar al mejor sonido y ganó el premio Saturno de la Academia de Ciencia ficción, fantasía y terror al mejor vestuario así como el premio Stinkers a la mejor película.
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