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CRITICA
Por: PACO CASADO
El pequeño mago vuelve a Hogwarts para su segundo curso a pesar de que un elfo doméstico trata de impedírselo porque hay una conspiración en la escuela.
De nuevo regresa la magia y la fantasía de los libros de Rowling, un fenómeno de la novela popular de aventuras que habrá que estudiar algún día.
Ya no existe la novedad y la sorpresa de la primera película, pero se incorporan nuevos personajes y aventuras aunque se repitan pasajes como el partido de las escobas voladoras, esta vez más peligroso, y también lo son las correrías que los tres amigos han de vivir en busca de la cámara secreta.
Hay aquí un mayor gusto por los lóbregos espacios y el terror de sabor gótico, con monstruos que pueden asustar a los más pequeños, como el basilisco gigante, propio del cine de terror.
Se compensa con la simpatía del elfo doméstico Dobby, los duendecillos azules, el coche volador, el árbol boxeador, las mandrágoras gritonas, la capa invisible, la carta habladora o el fantasma de la niña que levita en los lavabos y otros muchos efectos especiales.
Está también la presencia del presumido profesor defensor de las artes oscuras, vanidoso y petulante, pero miedoso.
A pesar del tono más tétrico, el guión tiene un esquema similar al de la primera, con aventuras suficientes como para hacer que interés no decaiga a pesar de su largo metraje.
Hay un apunte de crítica racista en torno a los magos de sangre pura y los que no la tienen.
Cinta bien rodada, aunque a veces pierda el ritmo, con un buen trabajo de todos los actores, pero destaquemos que el de Richard Harris fue el último.
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