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CRITICA
Por: PACO CASADO
Basado en el cuento de José María Sánchez Silva, sigue el estilo de las producciones religiosas que tan bien funcionaron durante la dictadura franquista, que se convirtió en uno de los éxitos más grandes del cine español de todos los tiempos y especialmente de la década de los años cincuenta, tanto a nivel artístico como comercial, ya que se trata de un film muy bien hecho que le valió el reconocimiento mundial a su director, el húngaro Ladislao Vajda afincado en España, con una prolífica carrera.
Además lanzó a la fama al niño Pablito Calvo, que hace una gran interpretación a pesar de su corta edad.
Fue el comienzo de un nuevo subgénero en el cine de nuestro país, el de películas con niño.
No solamente triunfó en la península sino también en otros muchos países, e incluso llegó a tener varios reconocimientos en Festivales como los de Cannes y Berlín.
Siendo un bebé, Marcelino es abandonado por su madre en la puerta de un convento.
Una vez crecido los frailes se encargan de su educación.
En el desván del monasterio, hay un viejo Cristo crucificado de madera del que Marcelino se hace amigo, habla con él y le trae pan y vino para que coma, ya que está muy delgado.
Debido a su generosidad y buen corazón, Jesucristo lo recompensa y le concede al niño el deseo de llegar a conocer a su madre.
Fue el descubrimiento de su principal estrella, el pequeño Pablito Calvo, que consiguió una mención especial del Jurado en el Festival de cine de Cannes del año 1955.
Ladislao Vajda lograba con esta maravillosa cinta, una de las más destacadas de su interesante filmografía.
A pesar del paso del tiempo, aún sigue figurando esta película entre las más comerciales de toda la historia del cine en un país como Italia, que hizo un remake en 1991, pero no gozó de la misma fama, ni del mismo reconocimiento.
Su protagonista se convirtió en uno de los niños prodigios del cine de la época.
Lleno de ingenuidad se enfrentaba a las realistas crueldades que la censura de la etapa franquista no dejaba mostrar.
Posee una imagen lírica, sensible y una eficaz fotografía en blanco y negro.
Vajda consigue una increíble naturalidad del pequeño protagonista que es difícil de olvidar.
Marcó toda una época de nuestro cine e impuso la moda de los niños prodigios entre nosotros.
Su éxito fue tan grande que sacó de la ruina a su distribuidora. Su tema es eterno y nunca pasa de moda.
Oso de plata en Berlín para Ladislao Vajda. Mención especial en el Premio OCIC y también para Pablito Calvo como actor infantil en el Festival de Cannes. Premio a mejor film, dirección, guion y a Juan Calvo y premio Jimeno como actor revelación para Pablito Calvo, del Círculo de Escritores Españoles. Premio del Sindicato español del Espectáculo a la mejor cinta.
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