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CRITICA
Por: PACO CASADO
Chen Kaige ya demostró con Adiós a mi concubina, 1993, Palma de oro en Cannes, que es capaz de llevar a cabo un film épico y aquí lo repite con este fresco histórico, ambientado en el siglo III antes de Cristo, en el que el ambicioso rey Ying Zheng, trata de anexionar los seis reinos colindantes y unificar China tras medio milenio de guerras.
Junto con su amada, la Dama de Zhao, urden un falso atentado para justificar la nueva guerra, pero tras conocer su pasado se convierte en un tirano, y ella le abandona.
Finalmente se proclamó emperador y construyó la Gran Muralla.
Esta gran superproducción de carácter épico, colosalista y violenta, con un presupuesto de 11 millones de dólares, es la más cara del cine chino, cuyo rodaje se alargó con tal de conseguir mayor fidelidad histórica.
Es una reflexión sobre el poder y sus sinuosos mecanismos, que tiene sabor de tragedia shakesperiana.
El guion, que desarrolla guerras, venganzas y romance en el nacimiento de un imperio, está recargado de datos de los que el espectador occidental no tiene referencias y le sobran, alargándolo demasiado.
Por otra parte los nombres chinos son difíciles de retener así como el parecido físico de los actores.
El film se desequilibra al unir las escenas intimistas, de una sensibilidad a flor de piel, perfiladas con una excelente música (occidental), con las secuencias de la guerra, muy bien filmadas, con brillante coreografía y un sentido espectacular.
Un buen trabajo de la famosa Gong Li al frente del gran reparto. Gran premio técnico al diseño de producción en el Festival de Cannes. Siete premios Golden Rooster. Premio NBR.
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