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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el tema de la ciencia ficción casi todo está permitido, aunque cada vez está todo más cerca de la realidad y de la ciencia y menos de la ficción.
Pero hay casos en los que se va más allá de lo posible en estos momentos y es ahí donde los guionistas se suelen pasar en su imaginación.
En esta ocasión se trata de un programa de realidad virtual mediante el cual la policía de Los Angeles entrena a sus agentes, pero hay un momento en que ese entrenamiento se hace realidad cuando el elemento contra el que luchan toma forma corporal y se sale del programa.
En él se han introducido todas las maldades cometidas de los últimos asesinos conocidos.
Con la misión de atraparlo se elige a un expolicía, ahora en prisión, para que luche contra él y lo elimine, a cambio de su libertad.
El malvado al que ha de dar caza conoce las características del asesino de su esposa y de su hija, lo que le motiva mucho más para conseguir su objetivo.
Partiendo de esta ficción el guionista maneja los elementos a su antojo.
La figura a cazar nunca muere por más balas que se le introduzcan en su cuerpo y sus heridas se recuperan rápidamente, por lo que es imposible su destrucción, haciendo la desigual lucha poco menos que inútil.
Los personajes no están bien definidos y el final se hace bastante confuso, pero como siempre ha de triunfar el bien, el protagonista se las ingenia para lograrlo, aunque sea de la forma más convencional posible.
Su director, Brett Leonard, pionero de films de realidad virtual con El cortador de césped (1992), lo lleva a cabo con la estética de un telefilm, con una buena pareja protagonista en Denzel Washington y Kelly Lynch, que no tienen unos papeles que les permitan su lucimiento.
Sólo para amantes de la ciencia ficción y realidad virtual. Desde el unto de vista cinematográfico es bastante flojo.
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