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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando nos tropezamos con una película de Jean-Claude Van Damme ya sabemos lo que vamos a ver, ya que casi todas están cortadas por el mismo patrón.
Su nombre figura incluso con letras más grandes que el título del film, que suelen tener kárate, luchas de artes marciales y todos van encaminados a mostrarnos sus habilidades de famoso luchador.
Con éste no es que vayamos a descubrir nada nuevo, pero al menos resulta algo diferente respecto a los anteriores.
Hace de policía secreta, al que se le introduce como un asesino en una cárcel, para descubrir unas muertes que se están produciendo en las prisiones, todas ellas con las mismas características y en circunstancias semejantes y así saber qué es lo que hay detrás de las mismas.
Se encuadra pues en el cine carcelario teniendo ocasión de mostrar los tópicos del género: la corrupción interna, el tráfico de droga, carceleros corruptos, malos tratos, la supremacía que ejercen algunos presos sobre los demás, las pandillas internas que tratan de dominar la prisión, aquí blancos y negros, con lo que el racismo también está latente.
No faltan sus habituales enfrentamientos en peleas a muerte en interminable sucesión de golpes increíbles.
El contraste femenino lo pone Cinthia Gibb que hace de su esposa.
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