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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un veterano vaquero, Ross Bodine, se encuentra en un momento de depresión.
El azar va a facilitarle conocer un alma gemela, otro vaquero, Frankie Post, éste más joven, ambos trabajan en uno de los ranchos más importantes del territorio tejano.
Los dos comparten sus sueños de adquirir un rancho propio en México y retirarse a una vida de descanso y placer.
Ambos llegan a la conclusión de que el mejor procedimiento de conseguirlo es asaltar un banco, uno sólo, del que se lleven un buen botín.
Desde ahora la paeja que busca la huida a México, va a ser perseguida por dos hijos de su ex patrón, que se consideran robados.
Pero de nuevo el azar va a intervenir, alterando levemente sus planes y dando a su existencia la emoción de un futuro que antes no tenían.
Enterado su patrón, especie de cacique, hace del asunto una cuestión personal y encarga a sus hijos la captura de los ladrones.
En una pelea por los pastos, el padre muere, cuando sus hijos aún persiguen incansables a los vaqueros, sin que esta circunstancia les releve de su misión, que, sobre todo, uno de ellos realiza con incansable tenacidad, hasta el final.
Al comienzo de los años 70 un director de comedias como Blake Edwards se interesó por el western cuando ya estaba en su etapa crepuscular, para narrar las aventuras de un vaquero adulto que une sus cansadas fuerzas a las de un impetuoso joven; su objetivo es robar un banco en Montana y marcharse a México para disfrutar del botín.
El veterano vaquero, Ross Bodine, y su joven amigo y colega, Frankie Post, deciden robar un banco para así poder ver hechos realidad sus sueños.
Pero lo que debería haber sido un golpe limpio, sale mal y ambos terminan embarcados en una larga y violenta persecución.
Posiblemente los motivos que unen a estos dos hombres sean muy distintos.
El uno porque ya no tiene nada que hacer y quiere vivir una nueva aventura impulsado por la juventud del otro.
El segundo porque su inconsciencia le lleva a rebelarse para no ser igual que su compañero cuando tenga la misma edad.
Embarcados en su odisea se despreocupan de todo, nada les importa, les da igual domar a un caballo salvaje que criar a un perrito.
Lo primero da pie a imágenes de una belleza poética y formal sorprendente, a cámara lenta y da entrada al paisaje como un elemento clásico en el cine del Oeste, muy bien captado por la cámara de Philip Lathrop en un trabajo impecable y con una estupenda banda sonora del recién fallecido Jerry Goldsmith.
Es una película de personajes tratados en profundidad en los que anida una honda amistad, muy bien realizado por Blake Edwards, que fue la única incursión que hizo en el género western en su momento crepuscular.
En realidad, la cinta es la sentimental crónica de las relaciones entre dos hombres, uno mayor y el otro joven, en pos de un sueño que resulta inalcanzable.
El director puso todo su énfasis en describir esta relación y ello se tradujo en un film lleno de líricos y emotivos momentos entre los dos, no exentos de algunas gotas de humor, combinados con escenas tremendamente violentas, rodadas al estilo de Sam Peckimpah.
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