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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras recorrer varios festivales internacionales, entre ellos también los españoles de San Sebastián y Huelva, en el que sirvió de solemne clausura y donde tuvimos ocasión de verla por primera vez, llega a nuestras pantallas la tan esperada versión de la famosa obra teatral de Federico García Lorca, Yerma, hecha por la realizadora andaluza Pilar Távora, que ha desarrollado su trabajo fundamentalmente en los campos del documental y la televisión, que aborda esta obra con motivo de la celebración del centenario del nacimiento del poeta.
La maternidad se ha convertido para Yerma en una obsesión, en su única forma de liberación como mujer en medio de una sociedad tradicionalista y rural.
Admitir que no puede tener hijos es negarse a si misma un lugar en el mundo, y por eso le echa las culpas a la falta de pasión de Víctor, un hombre con el que está segura de poder engendrar.
En ella se expone el fuerte deseo de esta mujer por tener hijos y verse así realizada en la misión más alta que tiene en este mundo.
Esto es llevado a cabo siempre en la bellísima prosa poética de Lorca, al que Pilar no ha querido traicionar en ningún momento, ajustándose perfectamente al texto de Federico, lógicamente podando algunas cosas e introduciendo otras, con los arreglos necesarios que hacen falta para una adaptación al cine como Dios manda.
Távora adapta la obra como una fusión de distintos géneros artísticos, con especial atención a la música y la danza, incluyendo en la cinta diversas coreografías que son representación de los sueños de Yerma.
Pero creemos que Pilar no es todo lo valiente que debía haber sido, aún a riesgo de que fuera tachada de traicionar la obra original y haber hecho su Yerma personal, vista por una mujer de hoy día y a través de otro medio: el cine.
Esta admiración y fidelidad a la obra lorquiana es lo que en algunos momentos traiciona a la cinta, que denota su procedencia teatral y la belleza del texto entorpece los diálogos.
Pilar Távora hace una hermosa película, pero se deja llevar por la escena.
Dirige bien a los actores, saca partido del buen elenco que posee, pero deja que digan el texto, que se esperen a la respuesta como si estuvieran en un teatro.
No hay fluidez en el diálogo y las palabras suenan demasiado bonitas en sus labios.
Algunos cierres de secuencia también lo denotan, a pesar de utilizar los cantables en muchas de las ocasiones para ello. Una segunda visión da para un análisis más en profundidad y para captar también los aciertos de la bellísima fotografía, del hermoso vestuario, del uso dramático de la excelente música o de la estupenda interpretación de los principales actores, no sólo Aitana Sánchez Gijón con un impecable acento andaluz, sino acompañada también por Juan Diego, aunque un poco pasado, María Galiana, Irene Papas, Ana Fernández, Mercedes Bernal o Jesús Cabrero muy ajustados a sus papeles.
Una versión muy digna y bella de Yerma en la que brilla la labor de Pilar Távora y a la que nos gustaría ver en un guion original propio que le saque de las adaptaciones literarias lorquianas que ha hecho hasta ahora en sus dos largometrajes, que no sólo de pan vive el hombre.
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