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CRITICA
Por: PACO CASADO
Aunque tenga una leve anécdota argumental, esta producción es casi un documental sobre las costumbres de este pueblo indígena, que sigue viviendo en la aldea Piedra Blanca, en la selva, aunque la ciudad esté más o menos próxima, con sus costumbres y tradiciones.
El hilo conductor en esta ocasión es el joven Ihjac, que está casado con Kôtô y con la que tiene un hijo pequeño, cuyo padre ha muerto recientemente y vive con la familia unos días de luto hasta que se celebre el banquete funerario y éste termine, acompañado de la familia e invitados, a consumir un gran pastel de yuca y carne, tras llorar sobre dos troncos adornados en honor del difunto que a partir de ese momento podrá partir a la aldea de los muerto donde reposar en paz.
La película comienza con Ihjac caminando hacia la gran cascada donde "habla" con el espíritu de su padre fallecido que le pide que celebre el banquete funerario para poder partir y se cierra, a manera de paréntesis, de igual manera.
Lo que sucede entre estas dos escenas, en esa aldea indígena al norte de Brasil, a miles de kilómetros de Brasilia, apenas si tiene una mayor relevancia, constituida por las pesadillas que sufre el protagonista tras perder a su padre, por las relaciones con su esposa y su pequeño hijo o con su madre, el abuelo o el chamán, algo que él no quiere ser.
No cabe duda que elegir esta fórmula entre el documental y la ficción siempre tiene más atractivo de cara a la aceptación por parte del espectador, aunque la historia que se le cuenta sea mínima, como ocurre en este caso.
Posiblemente eso le lleva por una parte a recrearse en la fotografía con los bellos paisajes y puestas de sol mientras que por otra se nos ofrece la ficción en una mezcla que caza bien, aunque ello le motiva a prolongar demasiado los planos, la mayoría de las veces estáticos, y a veces con un leve movimiento de cámara.
El atractivo de este film no consiste en otra cosa que en conocer algo de las costumbres y tradiciones del pueblo Kahô, ya que cinematográficamente no tiene otro mayor interés, ya que está llevado a cabo con un ritmo pausado, una realización y puesta en escena de lo más clásica y tradicional.
Por otra parte esta cinta pretende defender la cultura y costumbres indígenas en contra de la postura del gobierno que no hace nada por conservarlas, más bien al contrario, deja que se pierdan.
Premio del jurado en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. Premio del jurado al mejor film y fotografía en el Festival Latinoamericano de Lima. Premio especial del jurado en el Festival de Mar del Plata. Premio Memorial Victor Turov en el Festival de Minsk. Premio a la fotografía en el Festival de Río de Janeiro. Premio mejor ópera prima en el Festival de Cuenca.
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