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CRITICA
Por: PACO CASADO
Por mucha abstracción mental que hagamos y aunque haya pasado un cuarto de siglo, es muy difícil no acordarse de Tiburón (1975), de Steven Spielberg, al contemplar esta nueva película de Renny Harlin, el director de Máximo riesgo (1993) y La jungla 2: Alerta roja (1990), que logra que sea más aterradora.
Es un pasatiempo de terror y aventuras pero con un tema interesante: el peligro que se corre con la manipulación genética.
Un empresario invierte doscientos millones de dólares en un proyecto de investigación para combatir el Alzhéimer.
En ello una soberbia doctora, la bióloga médica Susan McAlester lleva a cabo un experimento con una proteína que existe en el cerebro de los tiburones Mako, en donde cree que se encuentra una substancia que puede curar la citada enfermedad.
La cuestión es que se confunde el fin con los medios, y el problema está en las consecuencias que se derivan cuando el cerebro de estas bestias submarinas, rápidas y perfectas máquinas de matar, se agranda se hacen más inteligentes y feroces, arremetiendo contra el hombre para dejar de estar encerrados y poder salir a mar abierto, provocando así la catástrofe.
Cuando estalla una situación límite en la base, los animales aprovechan para colarse en las instalaciones y vengarse así de los científicos.
La tensión entre el equipo y los elementos desatados de la naturaleza en forma de tormenta tropical, vienen a sumarse a las emociones que el guion aporta, aunque sepamos que parte del grupo caerá por el camino, pero como éstos no son actores conocidos ignoramos quiénes y en el orden que sucederá.
Renny Harlin, especialista en el cine de acción, maneja bien los abundantes elementos que tiene a mano para conseguir captar la atención del espectador desde el primer momento y no soltarlo hasta el incierto final, con un buen uso de los efectos especiales, al servicio de la historia.
La mayor parte del presupuesto de esta película se gastó en los efectos visuales creados por ordenador encargados a la prestigiosa empresa Light & Magic.
A pesar de ello tampoco se escatimó en la parte de la contratación de los actores para lo que se contó con Samuel L. Jackson, Stellan Skarsgard y Saffron Burrows para la cabecera de cartel, que tuvieron que desplazarse a los estudios Baja Fox que son los que disponen de los tanques de agua mayores del mundo.
Hay momentos convencionales y situaciones poco creíbles, pero siempre se encuentra un hueco para la esperanza cuando más encerrados están los personajes en el callejón sin salida que es la plataforma claustrofóbica, perseguidos por los tres tiburones.
El film tiene un ritmo endiablado, unos actores conjuntados, una historia que funciona, con una cámara que se mueve con la misma agilidad de los peligrosos escualos, lográndose una cinta de máxima tensión y correctamente realizada en donde lo que más brilla son las secuencias de acción, aunque destacan buenos detalles del argumento y unos acertados diálogos.
Premio Blockbuster a LL Cool, como mejor actor de reparto. Premio BMI a la música de Trevor Rabin.
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