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CRITICA
Por: PACO CASADO
Nadav Lapi, director israelí, que ganó el Giraldillo de plata con La profesora de parvulario (2014) regresó de nuevo al Festival de cine europeo de Sevilla con 'Sinónimos' (2019), su nuevo largometraje en el que reflexiona sobre la identidad a partir de las peripecias en París de Yoav, un personaje que está inspirado en las experiencias vividas por el propio cineasta, sin más lógica ni cordura, en absurdas situaciones y relaciones, expuesta de una manera confusa.
Así mismo refleja también las dudas del propio Lapid sobre la realidad israelí, en una enérgica, corporal y lúcida reflexión sobre la violencia del estado de su país, al que odia, de lo que hace una auténtica confesión de creencias, si realmente se identifica con el protagonista de esta historia.
Nada más llegar a París, tras huir de Israel, Yoav se queda literalmente desnudo, sin posesiones, ni identidad, acudiendo a un vecino que le presta ropa y hace amistad con él y con su novia, desarrollando un fuerte vínculo con ambos.
Así las cosas no comienzan muy bien para nuestro protagonista que tenía buenas expectativas a su llegada a la capital de la luz.
Renace así de cero, renegando de Israel y del idioma hebreo que se niega en absoluto en volver a hablar, y establece una intrincada y sensual relación con sus benefactores Émile, que trata de ser escritor, que tiene mucho dinero, y su novia Caroline que toca el oboe en una gran orquesta.
El diccionario se convierte en su mejor aliado para su propósito, aprendiendo constantemente nuevas palabras en francés.
Es una historia autobiográfica de muerte y resurrección que no esconde la admiración de Nadav Lapid sobre el maestro Jean-Luc Godard y por Francia, cuyo protagonista cree que sería el paraíso y su salvación como persona, renunciando a su vez a su país al que no quiere regresar a pesar de que un buen día su padre aparece para llevárselo de vuelta, a lo que él se niega en rotundo, haciendo todo lo posible por nacionalizarse francés y tratando de borrar sus origen judío-israelí.
Tiene una puesta en escena muy irregular y reiterativa lo que alarga en exceso el metraje, un tanto anodina que decepciona, en la que el personaje protagonista va de un lugar a otro sin ton ni son, en situaciones absurdas, y casi sin saber qué es lo que quiere realmente, así como una visión implacable sobre la violencia que sucede en Israel.
El guion tiene momentos bastante absurdos, otros desconcertantes y un cierto interés en mostrar desnudos masculinos de todas las posturas de forma reiterada y no acaba de ofrecer el suficiente interés como para agarrar al espectador por la solapa, como en un momento determinado del argumento hace Yoav con un músico al expresarse de forma algo grosera con respecto a esa profesión, sin tener razón.
Hay algunas situaciones que no tienen una explicación, como que cuando llega a París entra en un gran piso desértico, sin muebles y después en cambio vive en una especie de buhardilla cochambrosa y pequeña, o cómo se queda literalmente desnudo al inicio de la narración y así podríamos seguir con otras como la sesión fotográfica de desnudos, etc. y entre ellas, de vez en cuando, la cámara a mano con planos mareantes.
Premio a la mejor fotografía de la Academia del cine israelí. Oso de oro a la mejor película y Premio Fipresci en Berlín. Mejor dirección en el Festival de cine europeo de Sevilla. Mejor guion en el Festival de Estocolmo.
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