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CRITICA
Por: PACO CASADO
Eli Miller es un niño de diez años que padece una extraña enfermedad autoinmune debido a la cual no puede darle el aire y si eso sucede le produce una fuerte reacción cutánea y empieza a no poder respirar, por lo que vive en casa metido en una burbuja de plástico que le permite estar aislado de posibles contagios e incluso del agua y del polvo.
Sus padres, Rose y Paul, hacen un gran esfuerzo económico en su interés por curarlo y lo llevan a una clínica donde será sometido a una terapia experimental, un tratamiento para su trastorno autoinmune.
Lo único que los médicos le recetan es su ingreso en una clínica especial, la de la doctora Isabella Horn, una reconocida inmunóloga, que le ha prometido que lo curará, donde recibirá un tratamiento especial dosificado en tres fases.
Él es el único paciente ingresado en ese viejo caserón, en medio del campo donde está instalada la clínica, por lo que tiene toda la atención que necesite.
Debido a que la casa está perfectamente aislada del exterior e inmunizada, y que previamente ha pasado por una cámara de descontaminación, Eli puede circular por ella sin traje aislante.
La doctora Horn dice que los anteriores enfermos tratados se han curado, pero Eli conoce a través de una ventana a una chica llamada Haley, que le habla de Perry, uno de esos niños, que desapareció sin que se supiera más de él.
Esto alarma a Eli que sospecha que aquel lugar no es seguro y se teme que estén experimentando con él, como con los anteriores que pasaron por allí, y trata de investigar por su cuenta intentando llegar a los archivos para saber qué pasó con ellos.
Entre tanto tiene pesadillas acerca de fantasmas, pero ni sus padres, que conviven con él en la misma casa, ni la doctora, lo creen, y ésta lo achaca a las medicinas que está tomando para el tratamiento en curso que le hacen ver alucinaciones.
Eli pronto descubrirá que aquel lugar donde vive en este momento no es seguro, como en principio se pensaba, sino que es una especie de prisión llena de peligros, en la que se le ha convertido en un conejillo de indias para experimentos, de la que no podrá salir si no le prestan ayuda.
Este puede ser un buen ejemplo de cómo se arruina una película que camina a paso firme y sin embargo en los metros finales da un vuelco innecesario y trata de transformarse en algo que no apuntaba que fuera a suceder y que por otra parte no es propio de la firme trayectoria que llevaba, debido a un guion que queriendo darle un giro y ser original resulta todo lo contrario de una forma realmente inexplicable en el que hasta se cambia radicalmente de género.
Por otra parte como film de terror no es de los que más asustan, sus sobresaltos son suaves y sus fantasmas más o menos asequibles.
Por una parte aunque se aclara, más o menos, la actitud de la doctora Horn, la que no queda muy pristina es la de los padres.
El irlandés Ciarán Foy es el responsable de la dirección en este caso, que es el tercer largometraje que dirige en solitario y lo hace con una buena caligrafía, pero el guion le estropea su labor en los minutos finales como igual ocurre con el trabajo de los actores.
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