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CRITICA
Por: PACO CASADO
El personaje de Mr. Bean fue creado en 1990 por el actor británico Rowan Atkinson y el guionista y director Richard Curtis para hacer una serie de televisión que resultó ser de gran éxito, que no deja de tener constantes reposiciones que siempre resultan divertidas, en las que mezcla la comedia física con una adorable personalidad.
Siete años después se decidió que podía saltar a la pantalla grande y así lo hizo con Bean: Lo último en cine castastrófico (1997) donde no resultó tan gracioso ya que se trataba de una coproducción con Estados Unidos y allí no fue tan bien entendida su comicidad, ni se batía tan bien en las distancias largas como en las cortas, resultando como un episodio televisivo alargado donde se perdía la gracia.
Diez años más tarde se ha decidido sacar de nuevo al personaje al cine en este su segundo largometraje, en el que gana un premio en la lotería de su parroquia consistente en una videocámara y unas vacaciones pagadas en la Costa Azul, donde el idioma resulta una barrera para él.
Como era de esperar, sus vacaciones pronto se convertirán en un auténtico caos.
Desde que se pone en marcha los desastres se suceden, haciendo que pierda el tren el Presidente del jurado del Festival de cine de Cannes, un director ruso, que se deja olvidado a su hijo Stepan, de diez años, que queda a cargo de Mr. Bean, que no entiende su idioma y a los que se les unirá una joven estrella que tiene que presentar su primera película en el famoso y celebrado certamen.
A partir de ese momento es considerado secuestrador de un menor y buscado por la policía, mientras que de paso descubre Francia, el ciclismo y el amor verdadero.
'Las vacaciones de Mr. Bean' (2007) supone la última aventura del hilarante personaje en la que consigue un cariz más europeo y una vuelta a los orígenes del personaje.
No obstante su argumento siempre vuelve a ser una excusa para exhibir una sucesión de situaciones cómicas en las que el actor encarna de nuevo a este personaje que estuvo en el olvido casi una década.
A lo largo del argumento se suceden los gags, esta vez mejor hilados y más seguidos que en la anterior, y haciendo uso del hecho de no conocer el idioma francés por lo que la gesticulación está más justificada, imitando en muchos momentos al cine de Jacques Tati en sus habituales despistes.
El director debutante Steve Bendelack deja hacer al cómico sabiendo que en su trabajo está también su triunfo, obteniendo algunos momentos muy divertidos, aunque su humor resulta más eficaz en los sketches de la televisión, de los que retoma algún gag, dejando caer alguna crítica hacia los aficionados snobistas que defienden por encima de todo el cine de autor, en la explosión final en el Festival de cine de Cannes.
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