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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine americano sigue echando de menos a los grandes maestros de la comedia ya que los actuales no logran alcanzar el nivel que tuvieron los directores más clásicos del género.
En esta ocasión es el británico Paul Weiland el que se mete en esta comedia tan previsible como simpática, pero no pasa de ahí.
Tom es un joven triunfador que tiene éxito con las mujeres que mantiene una gran amistad muy especial con Hannah desde el instituto.
Gran conquistador tiene el amor como un pasatiempo y como mariposa va a de flor en flor, siempre alérgico a comprometerse, pero a la hora de mantener una conversación seria es su inteligente y encantadora amiga la mejor para ello.
Sus sentimientos se acrecientan durante una ausencia de ella.
Cuando Hannah tiene que marcharse seis semanas a Escocia por motivos de negocios, le echa de menos, se propone declararse en serio a su vuelta y pedirle que se case con él.
Pero Hannah ya viene comprometida con Colin McMurray, un rico escocés y le propone a Tom que sea su dama de honor, lo que acepta para estar cerca de ella y tratar de reventar la boda y conquistarla a ella definitivamente.
La película, que parte de una premisa muy similar a La boda de mi mejor amigo (1997), de P.J. Morgan, cumple con todos los parámetros que se puede esperar de una comedia como ésta
Tiene varias cosas esta previsible cinta que la hacen más llevadera: la reflexión que ofrece sobre la inmadurez y el miedo al compromiso, el último trabajo como actor del recién fallecido director Sydney Pollak, la química de la pareja Patrick Dempsey encasillado en el papel de galán en films de este género y junto a él Michelle Monaghan que interpreta el papel de Hannah, los paisajes de los Highlands escoceses, algunas situaciones y gags divertidos, siendo lo más original el tercio final en Escocia que resulta lo más inesperado, con los choques culturales y los equívocos, así como la ágil dirección de Patrick Weiland.
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