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CRITICA
Por: PACO CASADO
Robert Guediguian trabaja en el cine desde hace 25 años con los mismos actores, su mujer y sus amigos, como escenario su ciudad natal, Marsella, y como argumento los problemas sociales de su entorno la mezcla racial, el humor, sus historias llenas de dolor y desencanto, y esto es lo que hace, una vez más, en este film.
A través de siete protagonistas, se apunta a la moda de las vidas cruzadas y toca el paro, la droga, la soledad, el fascismo, la prostitución, el racismo, las huelgas, entre otros temas, que llevan al desastre a la familia.
En este sentido el título es una contradicción: la ciudad no está tranquila, ni lo están sus habitantes, salvo el niño pianista que a manera de prólogo y epílogo abre un rayo de esperanza entre tanta desesperación.
Una oscura historia de la vida de la clase trabajadora de Marsella, una ciudad en crisis.
Es uno de los mejores guiones que le conocemos, con una puesta en escena dura, pesimista hasta llegar a la delincuencia y al suicidio, todo con el máximo realismo en sus imágenes, transidas de sus preocupaciones sociales y políticas, sin recato en hacer polvo al espectador.
De nuevo los mismos estupendos rostros con distinto guion; y al frente de ellos su esposa, Ariane Ascaride, en el mejor papel que le hemos visto, de asolada madre-abuela que tiene que cuidar de su hija drogadicta, su marido en paro, borracho, y su inocente nieta que no tiene culpa de nada, que le lleva a la prostitución y al crimen.
Le valió el premio a la mejor actriz en el Festival de cine de Valladolid y la película logró la Espiga de oro del certamen.
Ganó el Fipresci en los premios del cine europeo. Mejor guion en el Festival de Mons.
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