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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ramón Barea, curtido en pequeños papeles como actor secundario, con más de un centenar de títulos en su haber, realizador de varios cortometrajes, autor teatral, debuta ahora como director cinematográfico con 'Pecata minuta' (1998), en la que lleva al cine su propia obra de teatro, de éxito en los escenarios vascos, para contarnos la historia impensable de cuatro monjas que quieren escapar de un convento de clausura como si fuera evadiéndose de una cárcel.
Todo en el film es esperpéntico, caótico, absurdo e irreal, y además no tiene gracia.
Como antecedente se podría citar Entre tinieblas (1983), de Pedro Almodóvar, en la forma de acometer este subgénero cinematográfico español que tantas cintas produjo que dieron gloria a nuestras folclóricas.
Una monja que quiere ser cura, otra que cree que está embarazada, una tercera que sólo piensa en artistas de cine como Marisol y así podríamos continuar por la guerra desatada entre la superiora y su más directa rival.
La primera desea modernizar el convento a base de marketing y negocios comerciales, mientras que la otra quiere sacar partido, para alcanzar el poder, con los presuntos milagros de la momia de la fundadora, de cuerpo presente.
El guion si lo que pretende es hacer reír no lo logra, e incluso a algunas personas puede herir en su sensibilidad de creencia religiosa.
La dirección de Ramón Barea donde más luce es en las cuatro actrices protagonistas, las mismas que ya lo hicieron en el teatro, que se tienen bien aprendidos los papeles pero a las que les queda cierto tonillo escénico que no han perdido.
Opera prima con tan exiguo presupuesto como escasos logros.
Premio a Elena Irureta en el Festival de Alcalá de Henares. Premio a mejor película en el Murcia Week of Spanish Cinema.
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