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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las dos versiones que conocemos de la novela de Daniel Defoe, escrita en 1722, han corrido igual y desgraciada suerte, ya que ninguna de ellas se ajusta fielmente a la obra literaria.
La primera fue llevada a cabo por el cine inglés, dirigida por Terence Young en 1964 interpretada por un gran reparto integrado por Kim Novak, Richard Johnson, Vittorio de Sica, Angela Lansbury, Leo McKern, George Sanders, Lili Palmer, Cecil Parker, Hugh Griffith y de alguna manera era tributaria de la moda impuesta por Tom Jones (1963), que seguía sus pasos al ofrecernos las románticas aventuras amorosas de una guapa mujer, versión femenina, de las del joven Tom Jones.
Era una versión libre, tomada en tono de comedia, al igual que ocurre con esta nueva producción, aunque esta vez es el reverso de la medalla.
Si bien en la primera predominaba la comedia, en ésta es el carácter melodramático en que se ve envuelta esta mujer del siglo XVIII en lucha contra las costumbres y vicisitudes de su época.
En la inglaterra del siglo XVIII, Moll Flanders es una bella joven, hija de una ladrona que fue ejecutada en la horca.
Las monjas que la recogen y educan se ven impotentes para dominar su espíritu independiente y una vez fuera del convento, es enviada para aprender exquisitos modales con una dama de buenas costumbres de la alta sociedad, pero finalmente acaba viviendo entre mujeres de mala vida en un prostíbulo, del que trata de salir, y cuando lo logra termina entre delincuentes en condiciones de auténtica miseria.
La muchacha se ve envuelta en una espiral de actos pecaminosos como el incesto, la prostitución y el robo, antes de acabar en la prisión.
Un día conoce a un pintor que la contrata como modelo y con el que establece una relación amorosa.
La película cuenta a Flora la historia de su madre, Moll Flanders, que fue una huérfana recluida en un convento.
Como queda dicho, el guion recoge los personajes pero modifica un poco el argumento del libro, no sigue fielmente la historia e incluso cambia su final y algunos pasajes, pero siempre permaneciendo fiel a una época, muy bien reconstruida, sin caer nunca en el desmedido melodrama que era frecuente entonces.
Perfecta en ambientación, vestuario e interpretación en la que resalta la sobriedad de Robin Wright que soporta con brillantez la responsabilidad de llevar el peso del film, bien secundada por Morgan Freeman en unión de Stockard Channing, esta última en un papel más acentuado en sus caracteres.
Tiene de ventaja con respecto a la otra versión, que ésta no ha sufrido los rigores de la censura como aquella, aunque no por ello hubiera estado más lograda.
En esta ocasión se obtiene una producción bastante digna en líneas generales, que tuvo cuatro nominaciones a los premios Satellite: a Robin Wright, Stockard Channing, John Lynch y para el vestuario.
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