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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los guionistas de Hollywood continúan adaptando antiguas series televisivas a falta de argumentos originales que llevar a la pantalla grande.
Esta vez ha recaído en una de las más extravagantes que se hiciera sobre el Oeste americano, en mitad de los años sesenta, creada por Michael Garrison, que llevaba el título original de 'Wild, Wild West', y que en España se pasó en la pequeña pantalla como Jim West, protagonizada por Robert Conrad y Ross Martin a finales de los años 60.
Fue una serie que tuvo mucho éxito en la televisión donde permaneció durante cinco años en antena.
Este personaje, agente secreto al servicio del Presidente de los Estados Unidos, se dedicaba a luchar contra los más extraños villanos del Oeste, en compañía de un genio del disfraz llamado Artemius Gordon.
Ahora se retoma su título original para convertirla en un film con ambiciones para la taquilla y repleto de efectos especiales. A finales del siglo XIX, varios de los científicos más respetados de los Estados Unidos empiezan a desaparecer de forma misteriosa.
El presidente Grant ordena a Jim West y a Artemius Gordon, dos de sus mejores agentes, que inicien una investigación para dar con los responsables de los secuestros.
Las pesquisas les conducen hasta el diabólico doctor Arliss Loveless, cuya intención es asesinar al presidente, apoderarse de los Estados Unidos y dividir el país en varias secciones.
El enemigo a batir por Jim West es pues Arliss Loveless, un psicótico confederado y extraño inventor que anda en silla de ruedas que ha creado una máquina en forma de araña de 200 metros con la que amenaza y rapta al presidente Ulysses S. Grant, con la intención de hacerse dueño del poder y está empeñado en vengarse por haber perdido la Guerra Civil.
La Warner no ha escatimado en medios, con un presupuesto de más de 100 millones de dólares, encarecido por la utilización de los impactantes efectos visuales y el reparto de grandes estrellas.
Por otra parte, ha dado plena libertad a Barry Sonnenfeld, director experto en adaptar series de televisión a la pantalla, como ya hizo con La familia Addams (1991) que fue el largometraje con el que debutó en la dirección, que resultó un éxito, lo cual a priori era una garantía.
A lo que ha añadido al actor de color Will Smith que logró un bombazo con Men in black (Hombres de negro) (1997) lo que en principio debe sumar a lo anterior.
Todo esto garantiza a priori un pleno, como así está siendo.
Se le ha sumado además tres grandes actores: Kevin Kline, el mejor del reparto, Kenneth Branagh, bastante pasado de rosca en el papel del villano, y una guapísima Salma Hayek desaprovechada a la que se le podía haber sacado un mayor partido.
El resto es pura pirotecnia y efectos visuales, en lo que se ha gastado gran parte del presupuesto, para lograr un producto simplemente discreto, con un guion que tiene algunos baches de interés y una dirección falta de ritmo.
Si lo que se pretendía era sólo hacer pasar el rato, lo han conseguido, pero no le pidan nada más.
Finalmente un consejo: disfruten de la banda sonora de Elmer Bernstein porque en el disco no hay apenas nada de ella.
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