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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es frecuente que los actores, sobre todo cuando tienen ya muchos años de profesión y cierta experiencia, se sientan tentados de pasar a detrás de la cámara para dirigir.
Jesús Bonilla se une a los que ya forman legión y hace un intento, aunque fallido, de resucitar la vieja comedia española de situaciones disparatadas y sal gruesa, para sacar humor de cualquier cosa.
Se erige así en guionista, director y principal intérprete de este increíble argumento en el que al celador de un hospital un enfermo terminal le confía el secreto de dónde está el oro que supuestamente salió de España con destino a Moscú al término de la república, pero que se encuentra a pocos kilómetros de Madrid. Éste se lo confía a su amigo Papeles y ambos van tras el botín, pero pronto muchos más se verán metidos en el asunto.
La idea de partida del guion no es mala y recuerda a la de las viejas películas de piratas en las que había que reunir todas las partes del mapa para encontrar el tesoro, pero su posterior desarrollo no va en consonancia, siendo el recorrido muy mediocre.
La comicidad reside en los diálogos y no siempre de la mejor ley y buen gusto, con unos tipos apenas dibujados y situaciones corales resueltas de forma tópica y convencional.
Bonilla acumula toda la nómina de cómicos del cine español de varias generaciones, desde la de Alfredo Landa a la de Gabino Diego pasando por otras intermedias, muchos de ellos en simples cameos sin cobrar, lo que origina que el público se distraiga con tan solo ver a muchos de estos rostros famosos que a diario aparecen en la pequeña pantalla.
Algunas situaciones cómicas, varias correctas interpretaciones y el resto carreras y engañarse los unos a los otros en un maratón interminable que recuerda a El mundo está loco, loco, loco, loco (1963) de Stanley Kramer, salvando las distancias, lógicamente.
Otra vez será.
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