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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando el cine desarrolla los últimos efectos del montaje analítico, los planos cortos, que los rusos habían descubierto, y cuando entre oficio y maestría se cimentan las leyes de la continuidad de montaje, consiguiendo la fluidez cinematográfica que caracteriza a la mayor parte de las películas, desde el 35 a los 60, William Wyler se aplicó especialmente al montaje sintético, de planos de larga duración y ancho contenido.
Se trataba de conseguir una aproximación al tiempo real, pero sin perder la densidad dramática, ni la intencionalidad que son frutos de la cámara, y sin caer en el teatralismo, el más peligroso de los callejones sin salida del montaje sintético.
La densidad del plano, enriquecida desde el guion, caracteriza esta 'Brigada 21' (1951), en que la materia plástica y temática han encontrado el estilo más adecuado a sus características.
Un rigor psicológico especial en el proceso de los personajes, y un cuidado también sobresaliente para que el público no pierda nunca el contacto con ellos, es la trama fundamental sobre la que William Wyler compone el diseño de su obra.
El argumento es simple: Jim McLeod, un hombre rigorista, intolerante, duro y cínico, honesto pero inmisericorde, se enfrenta con la necesidad de ser comprensivo, perdonador y respetuoso para los defectos de los demás, ante una variedad de personajes en la comisaría del distrito 21 de la ciudad de Nueva York, pero cuyo mundo está a punto de venirse abajo debido a un secreto del pasado de su esposa.
El policía perfecto, se viene a transformar en un imperfecto agente, pero en un cristiano verdaderamente en línea con su religión, que interpreta estrictamente la ley, pero no pone la otra mejilla.
Un amor, que no puede tachar, le impone la renuncia a los principios puritanos, pero esto es una tragedia, porque principios alimentados durante tanto tiempo no pueden ser anulados de repente.
La acción ocurre en un sólo día y es esencial porque así, y sólo así, se puede alcanzar la densidad emocional de la tragedia, ya que dilatar la situación durante semanas o meses conduciría al drama: habría salida, se podría evolucionar, la vida difuminaría en grises los cortantes filos del dilema y entonces no tendríamos una reflexión dramática ideal, sino una crónica de lo cotidiano.
Hay, pues, el artificio de la máquina del tiempo, que condensa sintéticamente un largo proceso en unas pocas horas.
Esta es la convención del estilo y el presupuesto que el espectador tiene que aceptar, sólo en este sentido restringido se podía decir que estamos ante una película convencional.
Hoy, las convenciones del cine, que también existen, se desvían por otros caminos.
El peso de la influencia francesa inclina la preocupación de los más a la moda hacia la objetivación, el distanciamiento, la obsesión por las cosas miradas por la cámara.
El alejamiento de la psicología contemplada, en aras de la psicología sugerida, esto es lo moderno.
Sin embargo, Brigada 21 (1951), no parece un film viejo, se mantiene fresco.
No podemos ignorar que el módulo del cine sintético y dramático, aunque en segundo plano, no ha desaparecido por fortuna de la historia del cine.
Howard Hawks, Otto Preminger, Nicholas Ray lo utilizan a veces, y por otra parte William Wyler sigue en la brecha del desarrollo de su propio estilo.
'Brigada 21' (1951) es una obra relevante, que pone claramente en el nivel de la tragedia el conflicto de la intransigencia y de la intolerancia, fruto por igual de la ingenuidad simplificadora que hace que los hombres los buenos y los malos y de la vanidad que permite al sujeto principal encajarse cómodamente en el primer apartado: el de los oficialmente buenos.
Cine sobre el fariseismo pero en el que el protagonista, fariseo indiscutible, se redime en la catarsis de su dolor, cosa que sólo la tragedia podría conseguir.
A pesar de estar basada en la obra de teatro de Sidney Kingsley, el guion de Philip Yordan y Robert Wyler le ha conseguido quitar el tono escénico y dado densidad a la imagen para pasar del drama a la tragedia.
Desarrollada la acción en un solo día es clave y fundamental la condensación.
Espléndida la interpretación de Kirk Douglas, Eleanor Parker y Lee Grant en su debut, requisito inexcusable para este tipo de cine sobre el conflicto de la intransigencia y la intolerancia.
Nada de improvisación, nada de amateurismo, todo rebosa talento, todo es preciso, exacto, sin novatadas ni quiebras.
Un arte pues clásico, con todo lo que puede tener el término de valioso y todas sus limitaciones.
Una obra acabada con su concepción y factura, redonda y equilibrada.
Es una exacerbada crítica a los métodos policiales, dirigida por un maestro de la puesta en escena, que se encierra con Kirk Douglas en un cubículo para tensar con dramatismo las cuerdas de una conciencia en entredicho.
Nominada al Oscar la dirección, el guion, Eleanor Parker y Lee Grant. Nominada al Globo de oro la película, Kirk Douglas y Lee Grant. Nominado al Bafta el film. Premio mejor actor en Cannes Lee Grant. Premio Edgard Allan Poe a la película.
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