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CRITICA
Por: PACO CASADO
En los días de la década de 1830, en los que había que abrir caminos, los Apalaches se quedaron atrás y las carretas de los colonos comenzaron a moverse hacia el Oeste siguiendo los pasos de los tramperos, los predicadores y los vendedores de extraños jarabes para curar las dolencias, unos del alma y otros del cuerpo.
Uno de los pioneros fue el gran Flint Mitchell, que estaba casado por motivos económicos con una india, nieta del jefe Oso Grande, que le dio un hijo.
Pero pronto descubre que ello fue la clave que le facilitó el acceso a los cazadores de castores situados en el territorio de los Pies negros, que hasta entonces había estado vedado a todo hombre blanco.
Es un poema sobre los tramperos y un homenaje a la integración del hombre a la naturaleza a través de este duro cazador que sabía mucho de caza pero poco de mujeres aprendiendo sobre ellas con una chica india.
No era habitual que en 1951 se realizara una película en la que su protagonista, un hombre blanco, y nada menos en este caso que Clark Gable, optara por vivir entre los indios olvidando los privilegios de los de su raza.
Quizás ello estimuló a los críticos para pensar que 'Más allá del Missouri' (1951) sólo se trataba del capítulo de una historia que no se contaba íntegramente.
De cualquier manera, no fueron insensibles a la sencillez que la anécdota encerraba, y además de algún tópico inevitable, tiene un hermoso tratamiento del paisaje y un claro acercamiento a la hasta entonces maldecida historia de los indios.
No obstante a los productores no les gustó por lo que hicieron un nuevo montaje y añadieron la voz de un narrador, algo que enfadó a su director que adjuró de ella, en la que exhibe una de las características esenciales de sus westerns: su gusto por el rodaje en exteriores, plasmando la naturaleza en toda su belleza, grandiosidad y explendor.
No en vano William Auguste Wellman, había propuesto con anterioridad un insólito punto de vista sobre el western en Cielo amarillo (1948), que es en cierto sentido su obra cumbre del género, pero tampoco le van a la saga Caravana de mujeres (1951) o Aventuras de Buffalo Bill (1944).
Realizada sobriamente, sin estridencias, renovó de alguna manera el género; el film es una prueba de ello, aunque estemos ya acostumbrados a su constante renovación.
Clark Gable y María Elena Marque forman una pareja admirable.
Posee una sensible y agradable música de David Raksin y espléndida fotografía de William C. Mellor.
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