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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si en algún tiempo se puede situar la época dorada de la comedia norteamericana es en los años 50 y 60, en los que los grandes nombres como Vincent Minnelli, Stanley Donen, Billy Wilder, entre otros realizaron lo mejor de este género.
Los directores que han venido después han preferidos otros temas más de moda y si en algún momento intentan hacer comedias, les falta ese aire característico que solían darle los grandes maestros, salvo raras excepciones que confirmen la regla.
No obstante Wilder no se estancó en la comedia sino que tocó otros muchos y variados géneros con igual suerte y acierto.
Ahí están algunos títulos como 'Perdición' (1944), 'El crepúsculo de los dioses' (1950), 'El gran carnaval' (1951) o 'Traidor en el infierno' (1953) para confirmarlo.
'Sabrina' (1954) es un buen ejemplo de aquellos aires frescos, de la maestría y la comicidad que siguen siempre vigentes.
Sabrina Fairchild es la hija del chófer de una adinerada familia de Long Island que está prendada de David, el menor de los hijos del clan Larrabee, un mujeriego que pasa de ella, entreteniendo el tiempo en carreras de coches y seduciendo a otras mujeres.
En cambio Linus trabaja en la empresa familiar sin tiempo para otras cosas.
Al no encontrar correspondencia a ese loco amor de juventud intenta suicidarse, pero surge la figura de Linus, el hermano mayor, para salvar al patito feo, a la Cenicienta del cuento.
La joven es enviada a París para que se olvide de David y aprenda alta cocina, donde conoce a un venerable barón que la instruye y la convierte en un cisne de elegantes y sofisticados modales.
De regreso, David, prometido con una millonaria, se enamora de ella, pero Linus viendo en peligro los intereses familiares y como se ha quedado prendado de ella intentará seducirla.
Billy Wilder se ha servido de la obra de Samuel Taylor Sabrina Fair, para hacer esta Cenicienta moderna, con aires de cuento de hadas situado en el siglo XX, tan romántico que comienza con Érase una vez...
Billy Wilder es sin lugar a dudas, uno de esos maestros destacados que posee este género, que suele escribir sus propios guiones a los que les imprime un doble final, que tampoco falta aquí a pesar de ser una comedia que es puro ingenio, de diálogos inspirados, con situaciones jocosas, con ese aire chic tan parisino y con un cinismo en algunos de sus personajes digno de cualquier drama.
La película posee situaciones muy interesantes, con ironía en sus ingeniosas frases y con aire de romanticismo capaz de cautivar a los públicos de todas las épocas.
Un trío de actores sensacional y unos secundarios como ninguna otra cinematografía ha poseído nunca, hace que el triunfo en la dirección de Billy Wilder llegue a las cotas más altas.
El sobrio Humphrey Bogart destaca en su seria interpretación del hijo mayor de los Larrabee en un género tan poco afín a él. William Holden, es el garbanzo negro de la familia, donjuán y mujeriego que trae de cabeza a todos, despreocupado y seductor. Y entre ambos la encantadora Audrey Hepburn, con el distinguido aire de una americana educada en París.
La maestría se muestra también en el guion, faceta en la que destaca siempre el maestro Wilder, aunque como en este caso sea una adaptación de la obra teatral de Samuel Taylor y en colaboración con Ernest Lehman, lo que le ata un poco, pero no le impide emplear su característico doble final como es habitual en casi todos sus films.
Junto a ese aire romántico y superficial de novela rosa hay profundidad en la descripción de los caracteres de los personajes que hace que la distinga sobre otras comedias de esta clase.
La buena dirección de estos excelentes actores manejando a estrellas de esta categoría que responden perfectamente hacen que esta cinta sea realmente deliciosa.
Oscar al mejor vestuario para Edith Head. Globo de oro al guion. Premio de los guionistas americanos al guion.
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